A los inocentes de siempre, hoy 34, mañana quién sabe
Es casi la una de la tarde. Entre el calor y el agobio propios del verano, decido subir al metro. Al menos así llegaré más rápido a la casa. Entro a la estación y subo al vagón de puro milagro. Casi se me cierran las puertas en la cara, pero lo logré. Estoy dentro. Cinco paradas más y estaré frente a la tele, con un vaso de gazpacho en la mano y el ventilador a la potencia máxima.
Miro a mi alrededor. Hay mucha gente hoy. Tal vez sea por la jornada intensiva, o por las rebajas. Da igual, se ven tan acalorados como yo. Menos mal que el tren va rápido y con las ventanas abiertas. Así refresca algo.
El tren sigue su trayecto, cada vez a mayor velocidad. Sólo una parada. Ya llego, ya casi... Ya no. Ya nunca más.
Miro a mi alrededor. Hay mucha gente hoy. Tal vez sea por la jornada intensiva, o por las rebajas. Da igual, se ven tan acalorados como yo. Menos mal que el tren va rápido y con las ventanas abiertas. Así refresca algo.
El tren sigue su trayecto, cada vez a mayor velocidad. Sólo una parada. Ya llego, ya casi... Ya no. Ya nunca más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario