Para Mexi, porque sí...
Solo quedaba su rastro en la tierra aún húmeda por la lluvia reciente. Y ella lo vio y estuvo a punto de seguirlo, como siempre para encontrarse con él, como cada tarde de otoño, pero de repente se detuvo.
Miró a su alrededor y vio los árboles, las hojas cayendo, algunas naranja, otras rojas, otras ya sin color por el paso de los días y el césped y sintió el olor de la lluvia inminente, igual a aquella que caía antes de conocerlo, en otros días, tal vez no mejores, pero sí diferentes.
Y así pasó un buen rato y las gotas comenzaron a caer mientras ella pensaba en los bailes, en los paseos, en las noches de cine y las escapadas esporádicas. Y así se borró su rastro y ella ya no pudo seguirlo. Sus lágrimas se confundieron con el agua que caía y dieron paso a un riachuelo que le mostró el camino que los rastros falsos no la dejaron ver y que ahora por fin, desaparecían para siempre.
Miró a su alrededor y vio los árboles, las hojas cayendo, algunas naranja, otras rojas, otras ya sin color por el paso de los días y el césped y sintió el olor de la lluvia inminente, igual a aquella que caía antes de conocerlo, en otros días, tal vez no mejores, pero sí diferentes.
Y así pasó un buen rato y las gotas comenzaron a caer mientras ella pensaba en los bailes, en los paseos, en las noches de cine y las escapadas esporádicas. Y así se borró su rastro y ella ya no pudo seguirlo. Sus lágrimas se confundieron con el agua que caía y dieron paso a un riachuelo que le mostró el camino que los rastros falsos no la dejaron ver y que ahora por fin, desaparecían para siempre.
1 comentario:
Sin palabras...
Publicar un comentario