Fue precisamente leyendo la edición digital del PANORAMA, en la sección de Gente que me topé con este hombre.
Pocas veces he visto tanto maracuchismo en un solo ser humano. Empecemos por el detalle de la gorra roja, seguramente de una marca de tienda o taller mecánico, siguiendo con los lente de sol en uno de los ojales de la chemise; la barriga, esa obra de arte que ha logrado el individuo en estudio gracias a una disciplina de años, de ritual gastronómico y etílico que le ha dado un resultado más que envidiable. Sigamos con las manos, en los bolsillos en el momento de la foto, pero que seguramente antes reposaba en el pliegue que se forma en su gran tripa monumental, a manera de una gran cafetera con asas.
Al igual que él ante el lente, yo sonreí ante su foto. Fue una sonrisa de admiración por tener el raro privilegio de sentir en la distancia, eso que llaman los gaiteros “sentir zuliano”. Quién se comiera unas arepitas de pernil….