miércoles, abril 19, 2006

Un día, dos coincidencias (y 2)

A María Eugenia y Jesús Ríos, por unirnos una vez más


A Caracas llegué estresada. El vuelo a Madrid salía a las 5:00 y yo a las 2:30 estaba apenas aterrizando. Me quedaba esperar la maleta y correr con ella al Terminal internacional. Como pude, llegué al sitio donde estaban los mostradores de Iberia para darme cuenta que tenía delante de mí un ideal dragón chino, sólo que sin lo vistoso de su cuerpo; más bien desnudo y heterogéneo. Y yo debía ponerme en la cola.

Como siempre, empleé mi tiempo en observar y escuchar a mis compañeros de comparsa. La mayoría estaba completamente rojo del sol tropical bajo el que decidieron abrasarse una semana entera. Otros, no tanto (yo entre ellos).

Seguía obedientemente la línea. El resto de la gente esperaba o caminaba. Entre ellos, un militar observaba con rostro sospechoso a todos los viajeros. Se acercó a la persona que estaba detrás de mí y con gesto reprobatorio, le pidió su pasaporte, le preguntó a dónde iba, en qué trabajaba y por qué había ido a Venezuela. El señor en cuestión respondió –con la cabeza baja- a todas sus preguntas, como cualquier extranjero que anhela partir sin más problemas que los habituales.

El señor interrogado era calvo y extremadamente delgado, de ojos grandes y saltones, con dientes desiguales, pero con una sonrisa amigable. Tras la escena del militar, lo miré con gesto solidario. Él sonrió y a partir de allí, comenzamos a hablar.

El señor es canario y según descubrimos mientras hablábamos, amante de Maracaibo, igual que yo. Me haló sobre lo bien que lo pasó, la calidez de la gente, toda el agua de coco que bebió y cómo sudaba cada vez que salía a entrenarse en el Paseo del Lago.

Allí lo comprendí todo. El círculo se cerró. De repente, su cara me resultó familiar. Y es que yo lo había visto entrenar el viernes a las 12 del mediodía. Yo estaba dando una vuelta por el Paseo del Lago con mi amiga María Eugenia. Conversábamos de la vida, los planes y la ciudad. Hacía mucho calor y por eso nos llamó la atención que alguien estuviera tan loco como para salir a trotar a esa hora. Llevaba una franelilla azul y letras amarillas que ponían algo de Tenerife y corría a mucha velocidad. Nos reímos y hasta pensamos en seguirlo, pero luego los vapores propios de la ciudad nos hicieron desistir.

Maravillada ante tal descubrimiento le pregunté: ¿usted no estaba el viernes trotando en el Paseo del Lago? Me dijo: “Sí, pero ¿cómo sabes?. Sólo atiné a sonreír y pensé que debía llamar a María Eugenia para decirle lo de siempre: “El mundo es una caraota y todos vivimos en el puntico blanco”

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi querida Pilar así es... la vida está llena de tantas sorpresas, que tú y yo nos hemos vuelto a encontrar en el camino, a pesar de diez mil no y las 800 piedras del camino...
Recuerda que en ese pañuelito que es la vida cabemos toditos juntitos linditos

Anónimo dijo...

Yo celebro una tercera coincidencia, hija de otras varias.
Una niña que jugaba con mi hermano (1) en el kinder del colegio El Pilar, donde yo estudiaba (tres años más avanzada,2) y que es hija de una amiga de mi madre de la infancia(3), que me dejó su trabajo enterior (4)...ahora vive conmigo.
No sé si la coincidencia terminará en coñazos...pero por ahora la celebro con tres Mai Tai y el recuerdo de las barajitas.

Anónimo dijo...

Que bonito lulù.. Que vivan las coincidencias no?
Esperemos que el asunto no termine a coñazos... La verdad no lo creo. Siempre he dicho que no es difícil querer a Pilar... Con todo lo que implica quererla...

Anónimo dijo...

Mi gran coincidencia con Pilar: el Sr y Dr. Ricardo Faneite (ilustre y amantísimo padre de Pilar) un buen día atendía a mi madre conmigo en su vientre. Mi mami deseaba muchísimo tener una niña y el Sr. Ricardo le decía: "no te preocupes, te pondré el suero de la hembrita" y así una niña aparecía en el ecograma: Yo!
Varios años más tarde(1997),unos 22 aproximadamente para mi y unos 19 aproximadamente para Pilar, nos conocíamos en la clase de Introducción a la Fotografía con Adolfredo Palencia en LUZ. Así nos convertimos en buenas y grandes amigas. ¿Coincidencia? Definitivamente no.

Mi gran coincidencia de la vida: siempre gente del Rosmini... es la pista, es la señal de algo que aún no sé qué es. Algo así como que el amor de tu vida te estuvo mirando siempre, o estuvo gran parte de tu vida junto a ti... la infancia, sin saber quienes eran y sin conocerse en ese momento y sin saber mucho menos si se conocerían luego y menos tener una relación de amistad o de lo que sea. La gente del Rosmini viene y va y siempre tiene algo importante que decirme y enseñarme.

Pilar Faneite dijo...

Mami (Lulu):

Faltaron los 3 killer Morgan de mi parte!