lunes, noviembre 13, 2006

S/T. Técnica Mixta

Con cada paso, Paula sentía que la piel se le iba quedando en carne viva. Intentaba no prestar atención al asunto y concentrarse en llegar a su destino: el museo Cerralbo, por ese día, lugar de residencia de El Okupa, su amigo el de los cuadros. La había citado allí sin querer dar ningún otro detalle y ella, como siempre y como la loca que parecía según sus demás amigos, aceptó sin dudar. Se veían poco, pero curiosamente, Paula sentía que El Okupa, si bien no hablaba mucho, sabía escucharla y aconsejarla. Al principio, adjudicó este hecho a la edad de su amigo. Luego se dio cuenta de que había algo más: Eran del mismo signo y compartían un gusto desmesurado por ciertas pociones mágicas, como el chocolate, algunos más que otros.

La molestia de Paula se hizo insoportable cuando iba por el Templo de Debod. Pensó en quitarse los zapatos y continuar su camino: El Okupa no tiene forma de ser localizado. Es él quien la llama para dar instrucciones y nunca al revés, así que no tenía modo de cambiar el sitio de encuentro, si bien ella sabía que a menos que hubiera unos cuantos cuadros alrededor de ambos, él se negaría rotundamente.

Finalmente, cruzó la calle, como pudo. El museo estaba “cerrado por obras”. A Paula le extrañó que su amigo no estuviera al tanto de esta situación, a fin de cuentas, uno sabe cuándo están de obras en su residencia. Miró a los lados pero no vio a nadie, salvo a un hombre mayor, con cara afable, que la miraba sonriendo con las manos detrás.

Al principio, Paula no supo cómo responder a ese gesto de familiaridad. Decidió acercarse, un poco desconfiada, pero esa sonrisa, constante y amplia, la empujó a seguir, coja como estaba y muriéndose del dolor. Al verla llegar, el anciano, que resultó ser otro amigo de El Okupa, le entregó un sobre grande, sellado, donde ponía su nombre.

Él no supo explicarle nada, sólo que su amigo en común le había pedido que le hiciese ese favor y que luego, la invitara a tomar un café. Él cumplió su palabra y ella descubrió algunos trucos para estirar la piel de sus zapatos. Él, por su parte, siguió el consejo de Paula y cambió el azúcar por edulcorante. Cosas de El Okupa...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta el nombre de la protagonista!
Me imagino que habrá una segunda parte donde nos cuentes que decía la carta, que pasó entre el enviado y Paula o cualquier otra cosa, en realidad quedé picaa1
Anamoly

Luis Moreno Villamediana dijo...

Pilar:

A mí me han ocurrido cosas semejantes. Tengo un amigo al que le gustan mucho los museos un poco raros, donde se exhiben objetos útiles y a veces demasiado comunes. Me dice que nos encontremos a tal hora pero luego no aparece, y me deja al amparo de extraños sucesos (una vez me quedé esperándolo en una galería donde las frutas de los cuadros se desaparecían, como si los visitantes hambrientos pudieran disponer de ellas). Hay que resignarse a esas amistades, por lo visto; en ocasiones, es cierto, esos seres salen con algún magnífico consejo que puede ayudarnos un mundo.