miércoles, marzo 22, 2006

Las posibilidades del Vagón Orquesta

Mi amigo Pelayo es, aparte de un buen amigo, un excelente dibujante y guionista. Hace tiempo que no nos vemos, pero ayer lo recordé mucho por su tira cómica del Vagón Orquesta. En tres momentos, contaba que cada día, los músicos que van en el metro, de vagón en vagón ofreciendo su música a cambio de monedas, llegan al último vagón. Allí se reúnen todos en la noche para montar su propia orquesta y alegrar las penas propias con música de todos los sitios y de cualquier instrumento.

Recordé el Vagón Orquesta cuando volvía del trabajo. Entré, sin darme cuenta en el último vagón pero no estaba ningún músico. En su lugar, estaba un grupo de cuatro muchachas y tres muchachos que conversaban animadamente. Me fijé en ellos por dos cosas: Uno de los chicos tenía una cámara de video en la mano y otra de las chicas, una maleta de ésas plateadas como para guardar luces. No parecía que hicieran nada especial, hasta que sonó el acostumbrado pito que indica que el tren ya arranca.

En ese momento, dos chicas y tres chicos se colocaron uno al lado del otro, al mejor estilo de barrera de fútbol, para tapar lo que la chica de la maleta plateada hacía: desnudarse hasta quedar en ropa interior y ponerse otro atuendo encima mientras el chico de la cámara lo registraba todo. La suerte no la acompañó por completo. Todavía no había tenido tiempo de ponerse la camisa cuando apareció la siguiente estación y entraron nuevos pasajeros que apenas vieron un poco de piel desnuda en estas épocas del año, dejaron su libro y se dedicaron a observar entre las rendijas humanas.

Siguiente parada: Misión cumplida. La chica logró completar la metamorfosis y aparecer con una camisa blanca, falda corta negra, medias de red y tacones. Hizo como que recogía las cosas y las metía de nuevo en la maleta y finalmente, caminó hacia la cámara. Siguiente secuencia: la protagonista debía salir del vagón no sin antes seducir a una pareja. Se dirigía a ellos, acariciaba la barbilla de él pero finalmente besaba a ella. Practicaron una o dos veces antes de “hacer la buena”, que coincidió con la llegada del Metro a Sol (correspondencia con Línea 1 y 2), la más concurrida a cualquier hora. Los impacientes pasajeros que, como siempre, se peleaban por entrar, abrieron la puerta y quedaron bastante impresionados con la escena. Yo salí por otra puerta pero pude ver la secuencia completa. El sueño del 99% de los hombres. El hombre del libro estaba que ya no podía con el placer que le producía la escena.

Seguí mi camino a la casa y luego pensé que tal vez estos chicos pudieron haber esperado algunas horas. Seguro todo hubiera quedado mejor con un fondo musical…

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