viernes, diciembre 15, 2006

Ver, de nuevo

Para ti que estás cansado
Definitivamente, Fabián no veía la luz. Solo podía percibir sombras que se movían y a las que él reconocía por la costumbre y las voces. Fue algo progresivo. Ni él mismo se había dado cuenta. Estaba demasiado ocupado y aburrido para notarlo. Y hoy, finalmente pondrá solución al asunto.

Fabián no irá al médico. No le gustan. Los ve como especie de fantasmas malévolos que lo someten en contra de su voluntad a pruebas dolorosas e innecesarias, porque al final siempre está sano.

Fabián simplemente dejará que enciendan las luces. Y finalmente podrá verlo todo tal cual es. Comenzará su vida y cambiará la que ya tenía y contestará mal a los que lo molestan y se reirá de otros cuando así lo crea y comerá cosas que antes no comía, y viajará, y leerá y verá. Verá, por fin.

miércoles, diciembre 13, 2006

Punto de giro

«El señor Ignacio ha muerto». Con esa sencillez lo comunicó a su familia la enfermera que le cuidaba durante los últimos días, mientras que ellos esperaban en la sala, bebiendo una copa o fumando un cigarrillo. Es evidente que esperaban que esto ocurriera, si no, no se explicarían los suspiros rebeldes de alivio que salieron de la boca de algunos de los presentes y las lágrimas que no se derramaron.

Ignacio no era una buena persona. Esto hay que aclararlo. Durante su vida fue una especie de tirano con sus hijos, a los que no dejaba de vigilar. Parecía tener oídos y ojos en todas partes y si no hubiera sido por el profundo respeto que sentía hacia su ahora difunta esposa Lola, quien muchas veces ocultaba alguna travesura de los niños, la cosa habría sido mucho peor. Él decía que lo hacía por su bien, para hacerlos buenas personas, pero no se daba cuenta que la persona que debía ser su ejemplo, era el gran detractor de lo que intentaba hacer.

Sobre estas historias hablaban sus hijos cuando con el rostro pálido, la enfermera volvió a salir para comunicar que algo extraño había ocurrido: En el momento cuando ella salió a dar la noticia, el señor Ignacio volvió en sí, se levantó de la cama y se sentó al borde de la ventana de su habitación. Desde allí escuchó la noticia y la reacción de los presentes, porque a pesar de ser un anciano, mantenía aún su oído superdotado. Fue entonces cuando abrió los ojos y vio, que a su alrededor, no había más que soledad, la que él mismo había construido y que ya no podría derribar. Y así sucedió que, con la poca fuerza que tenía se deslizó y cayó dos pisos más abajo, sobre las margaritas de Lola, las mismas que él cuidaba desde que ella se había ido para siempre y que ahora le acompañaban en su último suspiro.

lunes, diciembre 11, 2006

La aventurera

Todos los días igual. Tan puntual como el mejor de los relojes suizos, La Mujer hacía el mismo recorrido una y otra vez a lo largo de la calle donde yo vivía. La miraba saludar a algunos transeúntes que ella seleccionaba cuidadosamente, sonriendo, sin soltar la gastada bolsa de papel que siempre la acompañaba, de la que sacaba de cuando en cuando un trozo de galleta o de pan, o de lo que hubiera ese día. Nunca entraba en ningún portal. Se conformaba con llegar hasta el final de la calle y volver, sin descanso, pero con un paso tranquilo.

Yo era nueva en el barrio y sin embargo, ya me había acostumbrado a muchos de sus personajes: el flautista, los gitanos de la música, los niños en el parque… y la anciana. Nadie sabía de dónde venía o si vivía allí pero era una conocida de siempre, caminante incansable.

Un día, me crucé con ella en mi camino al trabajo y ese día, fui una de sus elegidas. Aproveché el momento para unirme a ella y preguntarle qué hacía: Me dijo que le daba la vuelta al mundo y como no podía pagar tantos aviones y tenía que cuidar a sus nietos por las tardes, iba acumulando kilómetros cada mañana sin que ninguna fuera igual a la anterior: si el mundo viene a mí, ¿para qué tengo que ir más lejos?

martes, diciembre 05, 2006

Palabras

Dicen que las palabras se las lleva el viento, pero creo que para cada uno de nosotros, algunas se quedan para siempre: un momento, una emoción, algo que hemos visto, se asocia inevitablemente a una palabra que guardamos. Y esa palabra nos parece bella, poética, única, con una sonoridad que intimida al resto de sus compañeras..

Las palabras que coleccionamos son historias resumidas en unas pocas letras Entre las mías están unas cuantas, algunas más evidentes que otras, pero igual de significativas: Mantolo, Luenga, Chilango, Kunst, Chocolat, Amélie, «K’ostias pías», Papo, Emulsión, Granate, Rien, Frida, Film, Prímula, Jaiba, Peristanfláutico, Grosella, Urgaash, ¿No te jode?, Farfullo, Fragilidad, Creatinina, Tacubo, World, Alors, Wisdom, Vie.

Hace un tiempo que no digo algunas de ellas, pero las recuerdo y ellas me recuerdan a mí que aunque las palabras se las lleve el viento, elles se quedan si nosotros no dejamos que se vayan.

jueves, noviembre 30, 2006

El ataúd

Emma recibió con una gran sonrisa la caja gigante envuelta en un papel rojo brillante precioso. Con sus siete años, casi no podía cargarla, así que la puso delicadamente en el suelo y rasgó el papel con la alegría que lo hace cualquier niño que recibe un regalote por su cumpleaños.

Poco a poco se fue descubriendo el contenido de la caja. Era una de esas que tienen la parte delantera transparente, así que no fue muy difícil para Emma saber lo que ahora sería de su propiedad: una muñeca muy grande y muy pero muy fea, con esas caras blancas de porcelana, que lejos de fomentar las ganas de jugar, las desvanecen por completo.

Emma no supo cómo reaccionar cuando de vio cara a cara con esos ojos vidriosos, ese vestido de terciopelo azul oscuro y tantos encajes. Ella, ciertamente, había pedido una muñeca para jugar, una muñeca que fuera su hija y a la que cuidaría mejor que a nadie. Eso le había prometido a su mamá. En su lugar, había recibido lo más parecido a una niña muerta.

Fue así que, tal vez gracias a la innegable sabiduría infantil, Emma subió su caja-ataúd a su habitación y la colocó sobre su mecedora. Se sentó frente a ella y le pidió perdón por no dejarla salir a jugar con ella. En vez de eso, Emma bajó al jardín y recogió unas pocas flores frescas que colocó al lado de la caja, antes de salir a jugar afuera, ya sin remordimientos.

Su madre, extrañada, aprovechó la salida de la niña para subir a su habitación y se horrorizó al ver el escenario dispuesto por su hija, pero ciertamente, lo que más le horrorizó fue lo inadecuado de su compra.

Al día siguiente, Emma recibió una nueva caja: esta vez había en ella una muñeca de plástico, estándar, de ojos de plástico y pestañas largas que lloran al ponerles baterías. Con la caja aún intacta, fue hacia donde estaba su madre y le entregó la caja: «No necesito esta muñeca, prefiero seguir jugando con la niña del vestido azul allí afuera que habla de unos días que ya no existen».

I Concurso de Tuli-mensajes Navideños

Ya estamos en diciembre y por aquello de celebrar la Navidad, los invito al I Concurso de Tulimensajes navideños.

El procedimiento es bastante sencillo: sólo deben escribir su mensaje y enviarlo a tulimensajes@gmail.com y semanalmente, los iré agregando en la encuesta para que puedan ir votando por su favorito. Los mensajes deben tener un máximo de 99 caracteres.

El concurso termina el día 31 de diciembre. Espero que todos se animen y participen.

miércoles, noviembre 29, 2006

Morada, moradita…

La verdad es que de política no se habla nunca, o casi nunca en este blog, pero ciertamente, en Venezuela las cosas no están bien. El 3D viene, y viene con miedo, esperanza, pero sobre todo, con rabia.

Yo soy antichavista ni-ni, lo dejo claro, por si las moscas. Pero tengo amigos que no lo son y eso no los hace menos amigos. Por suerte para mí, con los que he tenido oportunidad de hablar al respecto en alguna ocasión sobre política, lo he hecho en paz, con razones, y no pasiones y a fin de cuenta, he llegado a pensar que tenemos mucho en común: queremos que el país cambie, mejore, que sea más justo, que las riquezas se distribuyan más equitativamente. El problema está en la realidad y en que para unos está bien lo que pasa en la actualidad y para otros no. No puedo hablar de los chavistas amigos con los que no he hablado de política, eso es harina de otro costal.

Yo aplaudo a los que de un lado y de otro, porque creen de verdad que un cambio es posible, van a marchar, van a votar, y quieren que se les reconozcan sus derechos. Es francamente admirable que esa emoción se mantenga a pesar de los chascos, para los rojos rojitos y los azules azulitos.

Lo que sí no es admisible, al menos para mí es la violencia, que viene de nuevo de esa rabia acumulada, por las razones que sean, a pesar de lo que sea y bajo la excusa que sea. Hay que luchar pero con la cabeza, no a punta de palos y pistolas.

Sé también que desde lejos es muy cómodo sentarse a escribir este discurso utópico sobre la tolerancia, cuando yo sé lo que es una marcha, y sé lo que es el cinismo de mucha gente del gobierno y de la oposición. También sé que a estas alturas, todos saben por quién van a votar. Pero si les soy sincera: Yo no quiero a Chávez (nunca lo quise), pero no se puede permitir que se deje entrar de nuevo a algunos que, por sus irresponsabilidades, generaron su necesaria llegada. Yo lo que quiero es un candidato morado, moradito. Se escuchan postulaciones…

martes, noviembre 28, 2006

Farewell

Para Mexi, porque sí...
Solo quedaba su rastro en la tierra aún húmeda por la lluvia reciente. Y ella lo vio y estuvo a punto de seguirlo, como siempre para encontrarse con él, como cada tarde de otoño, pero de repente se detuvo.

Miró a su alrededor y vio los árboles, las hojas cayendo, algunas naranja, otras rojas, otras ya sin color por el paso de los días y el césped y sintió el olor de la lluvia inminente, igual a aquella que caía antes de conocerlo, en otros días, tal vez no mejores, pero sí diferentes.

Y así pasó un buen rato y las gotas comenzaron a caer mientras ella pensaba en los bailes, en los paseos, en las noches de cine y las escapadas esporádicas. Y así se borró su rastro y ella ya no pudo seguirlo. Sus lágrimas se confundieron con el agua que caía y dieron paso a un riachuelo que le mostró el camino que los rastros falsos no la dejaron ver y que ahora por fin, desaparecían para siempre.

lunes, noviembre 27, 2006

Nothing, Rien

It was an atypical silence and honestly, I couldn’t stand it. I waited for hours, hoping that something would change, but everything was still the same: I was staring at a not-moving man.

It was as if, suddenly, some kind of shock hit him without notice. I thought about that because he looked like he had been talking to someone who just left him there, with unspeakable words on his mouth, silent words.

After setting some Pros and Cons, you know me, I’m a non-stop analyst, I decided to come closer, giving careful steps and trying not to think what another human being would think if they saw the scene: a not moving man in the middle of the square and a 50 year-old woman and touristy-look approaching him.

Finally, I was standing face to face with my (yes, he’s mine, I saw him first) Statue Man. I waved my hands, I clapped them to see if he winked his eyes. Nothing happened. I finally decided to put an end to this charade and stepped on his foot with everything I got. Same answer. I gave up. I turned my back on him and walked away from there. It was late and I decided I wanted to go to the wax museum (ironic, huh?). A few minutes later, I looked back but he wasn’t there anymore. Maybe we’ll meet again.. or not. Nothing, Rien.

viernes, noviembre 24, 2006

Étoiles

Para C, con H
Parecía que la noche no llegaba nunca. Hacía varias horas que sobre una manta colocada en el suelo, me conformaba con mirar las formas del cielo. Y vi figuras de mujer y dragones echando fuego y animales y figuras geométricas y olas. Estaba tan concentrada en esta suerte de cadáver exquisito que se paseaba a su antojo delante de mis ojos, que no escuché los pasos que venían desde atrás y se detenían justo detrás de mí. Fue más bien su sombra la que anunció esta visita inesperada de unos ojos que me miraban y me sonreían.

Me incorporé, entre extrañada y, sinceramente, algo asustada. No sabía de quién se trataba. En los años que tenía viniendo a ver las estrellas, nunca me había encontrado con nadie, una ardilla a lo mejor, pero nada más.

Mi visitante tenía botas de montaña y uniforme de empleado del parque. Sin dejar de sonreír se sentó a mi lado. Sacó del bolsillo de su camisa un papel, un tanto arrugado y envejecido, lo abrió, se acercó a mi oído y susurró: «Donaudampfschiffskapitänmützeloch». Una nueva sonrisa de despedida se lo llevó de vuelta al lugar de donde había venido y yo, volví a echarme. Miré al cielo y vi cómo comenzaron a aparecer mis deseadas estrellas. Entonces lo entendí todo. Era él quien las llamaba.

miércoles, noviembre 22, 2006

Tao

Al destino, en cualquier forma
El viento silbaba y el anciano lo escuchaba atento, como si en cada ráfaga le dijera los secretos que esconde la tierra. No había nadie a su alrededor, solo su perro, echado a un lado, con la lengua fuera y la mirada perdida. No era un perro muy bonito ni elegante, pero para su dueño era el amigo más fiel del mundo. Lo conoció en uno de los tantos caminos recorridos y sin darse cuenta, siguieron juntos en un compromiso sin palabras, solo bastó una mirada mutua. Desde entonces han pasado más de 15 años y ambos ya, cansados y curtidos, descansan con más frecuencia pero sin perder las ganas de seguir avanzando.

El anciano decide su camino según los designios del viento. Por eso hoy, como cada día, lo escucha con atención. El viento suele decirle dónde puede ser útil y a quién puede ayudar y él, sin dudar un segundo, así lo hace. Un deus ex machina en toda regla que le hace la vida más fácil, sin que él ni su compañero tengan qué preocuparse por cosas mundanas pero, según él mismo afirma, necesarias.

En el mundo, cada persona tiene una lucha interna: contra el tiempo, las adversidades, el azar, las circunstancias, o cualquier otra cosa. El anciano, no. Él lucha contra la sensación de no tener una misión y por eso las busca, las encuentra y sigue su camino, escuchando al viento y arrastrando sus pies, una y otra vez, una y otra vez, junto a su compañero, Tao.

martes, noviembre 21, 2006

En los extremos

A extremistas y extremeños, aunque no sean de allí
Reconozco que mi memoria es selectiva. Para algunas cosas es considerablemente buena, para otras, lo contrario. He llegado a pensar que eso tiene que ver con que uno escucha lo que quiere escuchar y ve lo que quiere ver. Y yo hace dos días, vi, o mejor dicho, leí una frase que me pareció interesante: «En el mundo viven juntas la persona más feliz y la más triste». Y creo que todos en algún momento nos hemos sentido en ambos extremos. De hecho, sentimos que no podemos hundirnos más o ser más felices cuando nos encontramos allí. Lo que se encuentra en el medio es lo que yo voy a bautizar como el «período activo», ese en el que luchamos por llegar a la felicidad y no resbalarnos hacia la tristeza.

No sé, pero creo que la cantante que decía la frase en cuestión ha dicho una verdad tan clara que nadie se había percatado de ella. Así que no seremos filósofos, pero seguimos luchando y buscando. Bonne chance…

lunes, noviembre 20, 2006

Larga vida a los pensamientos

Es oficial. Se me han muerto dos pensamientos. Es triste, porque seguí las instrucciones al pie de la letra: Riega cada uno un día sí y un día no. Al principio, parecía que funcionaba y de hecho, crecieron y se desarrollaron por su cuenta. A lo mejor eran las palabras, recordarlos y hablarles, darles los buenos días. Uno era amarillo, el otro era violeta. Con esos colores, nunca se te ocurre que pueden morirse y menos si son de naturaleza tan invernal. Pero henos aquí, que ayer, tras unas semanas, dos pensamientos van camino de convertirse en abono de plantas, quién sabe, a lo mejor de alguna forma, vuelvan a estar entre nosotros.

viernes, noviembre 17, 2006

Visiones invisibles

Leyla lo sabía pero no lo esperaba de esa manera. Había tenido algunas experiencias relacionadas con el episodio pero ni siquiera ese hecho la había preparado para este momento.

Desde niña, Leyla tenía visiones: algunas hermosas, otras no tanto, pero lo que sí era común a todas era que se cumplían; por lo general, tres días después de que le llegaban las imágenes y con una puntualidad desgarradora, lo que ella había visto se hacía realidad.

Es así como la vida de Leyla pasaba y para ella era un tanto aburrida. A fin de cuentas, sabía perfectamente quién la iba a besar, cuándo y cómo, cuánto sacaría en sus exámenes y si le descubrirían alguna mentira. Por el contrario, disfrutaba cuando “veía” lo que pasaría con sus amigas disfrutaba un mundo viéndolas emocionarse cuando las cosas iban bien y preparándolas para no pasarlo tan mal cuando no era así.

Hoy, sin embargo, las cosas no son iguales. Hace casi tres días (faltan exactamente 18 minutos), Leyla se vio a sí misma en una colina verdísima, riendo como nunca recordaba haberlo hecho y con una sensación de absoluta plenitud que no se parecía nada al aburrimiento que la acompaña a diario.

Han pasado 18 minutos. Y Leyla está de camino a su casa. Va manejando su archiconocida bicicleta que por nada del mundo quisiera dejar de utilizar. No se ha dado cuenta de la hora. Ni de la luz del semáforo que ahora le indicaba que debía detenerse…

miércoles, noviembre 15, 2006

¡Mucha mierda!

En el teatro, es una de las frases más utilizadas para desear buena suerte antes de una actuación. Y hay más: la gente dice que si una paloma (por lo general, las hacedoras de este milagro), decide “dar del cuerpo” en pleno vuelo y te cae en la cabeza, la fortuna te sonreirá.

En cualquier caso, la mierda, a pesar de considerarse un desperdicio, de ser maloliente y de ser muchas veces inoportuna, se asocia con cosas buenas y felices.

Ahora bien, cuando hablamos de la mierda de perro, ¿cuál es el código? Si pisamos algún regalito de ésos por la calle, ¿debemos molestarnos o dar gracias al dueño del animal por hacernos más afortunados? Si se pisa a propósito, ¿la buena suerte llega igual o sólo cuando es por accidente? Y lavarla de la suela o del zapato, ¿neutraliza el efecto y nos hace de nuevos seres tristes y miserables? Y la que los dueños recogen y tiras en los contenedores, ¿no les da a ellos la oportunidad de ganar la lotería, encontrar el amor o simplemente de hacer lo que les dé la gana?

En fin, mi deseo para todos, es: ¡Mucha mierda! El resto depende de ustedes.

martes, noviembre 14, 2006

Trailer (léase con la voz del viejito de las pelis)

To my girlfriends all over the world, always singles in heart…


In a world full of danger…

In a city where crime isn’t news and men aren’t there anymore…

Only one person can do the trick…

She’s tall, she’s gorgeous and doesn’t wear expensive clothes.

She’s a mother, a daughter, and a friend for all…

She makes you laugh, she wipes your tears and the best of all…

She’s single and smart, she loves movies and art…

And she waits for you…

COMING SOON IN A THEATER NEAR YOU (in Dolby where available)


P.S.: Happy Birthday, Mirukita soñadora

lunes, noviembre 13, 2006

S/T. Técnica Mixta

Con cada paso, Paula sentía que la piel se le iba quedando en carne viva. Intentaba no prestar atención al asunto y concentrarse en llegar a su destino: el museo Cerralbo, por ese día, lugar de residencia de El Okupa, su amigo el de los cuadros. La había citado allí sin querer dar ningún otro detalle y ella, como siempre y como la loca que parecía según sus demás amigos, aceptó sin dudar. Se veían poco, pero curiosamente, Paula sentía que El Okupa, si bien no hablaba mucho, sabía escucharla y aconsejarla. Al principio, adjudicó este hecho a la edad de su amigo. Luego se dio cuenta de que había algo más: Eran del mismo signo y compartían un gusto desmesurado por ciertas pociones mágicas, como el chocolate, algunos más que otros.

La molestia de Paula se hizo insoportable cuando iba por el Templo de Debod. Pensó en quitarse los zapatos y continuar su camino: El Okupa no tiene forma de ser localizado. Es él quien la llama para dar instrucciones y nunca al revés, así que no tenía modo de cambiar el sitio de encuentro, si bien ella sabía que a menos que hubiera unos cuantos cuadros alrededor de ambos, él se negaría rotundamente.

Finalmente, cruzó la calle, como pudo. El museo estaba “cerrado por obras”. A Paula le extrañó que su amigo no estuviera al tanto de esta situación, a fin de cuentas, uno sabe cuándo están de obras en su residencia. Miró a los lados pero no vio a nadie, salvo a un hombre mayor, con cara afable, que la miraba sonriendo con las manos detrás.

Al principio, Paula no supo cómo responder a ese gesto de familiaridad. Decidió acercarse, un poco desconfiada, pero esa sonrisa, constante y amplia, la empujó a seguir, coja como estaba y muriéndose del dolor. Al verla llegar, el anciano, que resultó ser otro amigo de El Okupa, le entregó un sobre grande, sellado, donde ponía su nombre.

Él no supo explicarle nada, sólo que su amigo en común le había pedido que le hiciese ese favor y que luego, la invitara a tomar un café. Él cumplió su palabra y ella descubrió algunos trucos para estirar la piel de sus zapatos. Él, por su parte, siguió el consejo de Paula y cambió el azúcar por edulcorante. Cosas de El Okupa...

miércoles, noviembre 08, 2006

Relatividade

Ernesto dio una calada lenta y profunda. Hacía años que no probaba un porro. Y esa simple calada le devolvió a unos años atrás, a las reuniones en casa de los amigos, donde entre caladitas compartidas arreglaban el mundo colocados y con risa boba.

Ahora todo era diferente. Ahora trabajaba y pasaba desapercibido. Dejó atrás sus pelos y nunca mejor dicho, sus “excentricidades”: se centró para alegría de muchos menos la suya. Su vida era más que eso y menos al mismo tiempo, por eso centrarse le importaba tan poco y descentrarse, todo lo contrario. Pensaba en ello cuando cruzaba la calle y una moto no pudo esquivarlo.

“Fractura en cuatro costillas y en la pierna derecha en varios sitios”, alcanzó a escuchar antes de caer de nuevo en ese sopor hospitalario incontrolable para quien lo sufre. Casi no sentía nada, pero de vez en cuando, un dolor agudísimo lo envolvía y él quería gritar pero de su boca no salía una sola palabra.

Pasaron: una semana, muchos amigos, los padres fieles, comidas incomibles, otras un poco mejores, unas cuantas enfermeras. Algunas eran francamente simpáticas, otras parecían verdugos medievales hambrientos, siempre gruñendo, haciendo que el enfermo se sienta más torpe, incapaz y tonto. De todo aquello le quedaron dos cosas claras: que la medicina, aunque no lo parezca, funciona y que la vida es muy corta o muy larga, todo depende de lo que se decida.

Por eso hoy Ernesto fuma un porro solo, sin compañía. Y luego enciende otro. Y sale de su casa, y camina con paso tranquilo pero seguro. No sabe hasta dónde, sólo sabe que no debe parar mientras él y sólo él así lo desee.

viernes, noviembre 03, 2006

Ella

Ella decidió que iría al supermercado. Total, le quedaba en el camino de vuelta y así aprovecharía para ver si dejaba de llover de una buena vez. Pensó en hacer un pastel de manzana y luego de haber buscado algunos ingredientes, fue a la sección de frutas. Las había de todas las procedencias, orígenes y colores. Ella buscaba manzanas reinetas, así que paseó su mirada por algunas variedades y las vio. Puso una bandeja en la cesta y de repente, se encontró con el inequívoco recuerdo de la infancia.

El árbol de granadas estaba al lado del limonero y era, junto a los de mango y el de níspero, uno de los más fértiles. Siempre podías contar con alguna en su punto justo y un sabor inmejorable.

Era muchas veces, el complemento perfecto a una tarde aburrida, una diversión simple y aparentemente inofensiva.

No recuerda cuándo se llevaron el árbol. No sabe si fue que se murió o si lo quitaron en alguna remodelación. El hecho es que poco a poco de su cabeza desapareció también el árbol, la fruta, las tardes aburridas después de tanto jugar... Hasta una tarde lluviosa en un supermercado al otro lado del océano, cuando se dio cuenta que desde que había desaparecido el árbol, nunca más había probado una granada ni tiene intención de hacerlo, a menos que sean de su casa.

miércoles, noviembre 01, 2006

Hoy decidí

A los presentes y los ausentes

Que disfruto caminar por Madrid sola y pensar, escuchar idiomas conocidos y desconocidos, oler y reconocer perfumes de amigos, amantes y no reconocer otros, mirar los gestos, las parejas, las familias, la gente que como yo camina sola. Y pensar y saber que si pienso un buen rato en todas estas cosas, eventualmente ocurrirán.

Por eso sé que Luis va a publicar su magnífica novela y vendrá a verme. Que dentro de no mucho tiempo, me reiré con Mexi, Patricia, Raiza, la mami y muchas otras implicadas en nuestros proyectos y planes reivinicadores, cortapenes y feministas, pero nunca dejaremos de decir ¡Qué vivan los papos!, seguido de una buena carcajada...

Que quiero viajar más y vivir en más sitios y que mis amigos maracuchos puedan venir a pasar conmigo días como éstos: Henmy, Mirdra, Fede, Yeyé, Manza, Anita con mi Pauli, Teacher Vivi, Popó y los que ahora no escribo y repitan los que ya han estado: Patricia, Mexi, Nola, Alfonso, Rafael, Gipsy, Giovannucci y Luis Socorro, y no dejar embarcado a Luigi para ir a Toledo y que cuando venga mi primo a tocar no sea en la otra punta de España. Y ver a Carlitos y que no se haya ido (ni el de Venezuela ni el de Brasil). Y que quiero que vengan sin avisar, y me digan: Hey, voy pa’ tu casa. Como hacíamos antes, como no se hace ahora. Y reunir a La Comunidad y tengamos otro fin de semana largo en Maracaibo...

Que el Negro va a ser un gran director y que la Mami va a ser muy feliz. Que voy a poder escribir el libro de mi abuelo y que algún día podré trabajar en mi casa, en pijama, despeinada y sonriente. Que no me importa ser despistada y olvidarme de miles de cosas, y caerme, porque “esos son golpes de crecer”.

Que quiero encontrar al hombre perfecto para mis amigas y que ya que estoy, lo encuentre para mí, y que seamos tan felices como Arrate y el Prendo y que ya de paso, ellos vivan en Madrid. Y que quiero una hija y no me importa si no es china. Y que se va a llamar Frida o Manuela.

Que no quiero ver más cine en versión doblada. Que no me importa decir que no he visto algunas pelis “esenciales” porque tengo intención de verlas y sé que ellas aparecerán cuando sea el momento adecuado. Y que voy a ir más al cine.

Que quiero ganarme la lotería para poder alquilar un crucero para mis amigos (los que ya he nombrado y los que no) y llevar allí a Los Pieles, a los de Madrid, a los de fuera de Madrid, a todos los de Maracaibo, Caracas, Canadá, Francia, UK, Tasmania, Perú, EEUU, Bélgica, México, Colombia, Brasil, Argentina y Cuba y cumplir mi promesa de Islas Caimán y tener una casa con piscina (¿verdad, Henmy?) y comprar una casita en Castelo da Vide para escribir y escaparme y tomar vino con queso y que no me duela la cabeza al día siguiente, ni nunca más.

Que no olvidaré lo que hoy he pensado. Hoy decidí que se va a cumplir.

martes, octubre 24, 2006

Cuestionario musical

Piensa en tu grupo preferido. Piensa en sus canciones y usa sus títulos para responder estas preguntas. Mi versión, como siempre, la de Café Tacuba...

1) ¿Eres hombre o mujer?
R: María

2) Descríbete
R: La negrita y La ingrata

3) ¿Qué sienten las personas cerca de ti?
R: Metamorfosis

4) ¿Cómo te sientes?
R: Desperté

5) ¿Cómo describirías tu anterior relación sentimental?
R: Encantamiento inútil

6) Describe tu actual relación amorosa
R: ¿Qué pasará?

7) ¿Dónde quisieras estar ahora?
R: Debajo del mar

8) ¿Cómo eres respecto al amor?
R: Camino y vereda

9) ¿Cómo es tu vida?
R: No controles

10) ¿Qué pedirías si tuvieras sólo un deseo?
R: El baile y el salón

11) Escribe una cita o frase famosa
R: No me hubieras dejado esa noche porque esa misma noche encontré un amor...

12) Una despedida
R: Hola Adiós

lunes, octubre 23, 2006

Autumn

Las piso aunque no quiera. No puedo evitarlo. Están en todas partes, formando una especie de mosaico orgánico que en estos días ha cobrado más vida. No importa cómo te vistas, qué zapatos lleves o el clima que a esta ciudad le dé la gana de llevar, el hecho es que ha llegado el otoño: las gotas caen, las hojas también, del cielo, los árboles y las personas, sin que nadie pueda evitarlo. La belleza del cambio, sin duda, y al menos para mí, la llegada de la melancolía.

miércoles, octubre 04, 2006

Focus

Al viajero

Froto mis ojos con fuerza pero es imposible, no te veo. Intento enfocar y reenfocar, con lentes y sin ellos, pero la realidad es implacable. Todo está en su sitio menos tú. Y te escucho, y te huelo y te siento, y sé que este síndrome es temporal y crónico, pero no tiene cura, sólo un tratamiento que se presenta cuando las circunstancias lo permiten y te traen de la mano.

jueves, septiembre 21, 2006

Hommage à M. Beckett (Whispering)

Tu te rappelles, eh Joe? Tu te rappelles quand tu m’as dit ce jour-là que tu m’aimerais toujours ? Tu te rappelles de la musique ?, de l’odeur de la ville?, de nous deux là sur l’herbe, sous notre arbre ?

Moi, je me rappelle et maintenant je te regarde là, toujours silencieux, en bougeant tes mains sans aucune raison, en me regardant, les yeux fixes en moi, en me demandant de me taire, mais sans rien dire.

Comme j’aimerais t’écouter une dernière fois, même si c’est pour me dire que tu me détestes, que tu m’aimes, que tu veux mourir tout seul ou que tu veux vivre par toujours. J'aimerais voir ta langue bouger sans raison, juste comme tes mains. Mais tu ne fais rien, tu me regardes et ça y est. C’est fini. Le vide.

lunes, septiembre 18, 2006

Mi ensayo sobre la ceguera

Sólo quiero que me dejes guiñar un ojo, uno a la vez. Déjame hacerlo, no me pongas más condiciones. Saca estas tenazas que no me dejan cerrarlos siquiera. Ya no sé qué hacer para dejar de sentir que en cualquier momento perderé la visión. Tú lo sabes y no quieres hacer nada. “Quiero que veas el mundo tal cual”, me repites con esa voz metálica. Odio esos megáfonos y tu voz constante y regular. Eres incapaz hasta de acercarte porque sabes que lo que estás haciendo es asqueroso, pero al mismo tiempo no puedes dejar de hacerlo.

No necesito tener los ojos abiertos en esta especie de tortura para saber quién es quién y quién eres tú. Las circunstancias no hacen a las personas ni las superan, aunque muchas veces queramos ver el mundo de esa forma. Sin esto en mis ojos te odiaría igual, amaría igual a otros, a los que no son como tú, a los que sí saben ver sin lágrimas artificiales.

jueves, septiembre 14, 2006

Desglobulizando glóbulos

Corremos como locos. Tragamos sin masticar, caminamos sin ver hacia los lados, con la frente en alto y el ánimo bajo.

Así nos veo. Tal vez por eso, una sonrisa anónima, no solicitada, natural, lo ralentiza todo: las caminatas, las comidas, el paisaje que aparece de nuevo, la frente baja y el ánimo sube, la sangre fluye de otra forma. Sonríe. Tal vez te devuelvan el regalo.

miércoles, septiembre 06, 2006

Mi Reino por una locha

A mi abuelo, el gran mago


Cuando a José Ramón Hernández se lo llevaron, no sabía de qué lo acusaban. Lo esposaron, junto a otros cuatro compañeros y se los llevaron fuera. Fue camino a la comisaría cuando se enteró que era sospechoso de querer matar a Eustoquio Gómez, presidente del estado Lara y hermano del dictador Juan Vicente Gómez.

Escuchaba cómo a su alrededor la gente murmuraba y los señalaba. Pensó que si la acusación era ésa, no saldría vivo de allí. Por esos días, los fusilamientos estaban a la orden del día y a la mínima sospecha, se disparaba y luego se preguntaba.

Llegaron a la comisaría y los llevaron a un patio amplio, donde estaban otros presos, incluidos dos intelectuales venezolanos a quienes habían encarcelado y encadenado de por vida por llevar consigo libros de la Revolución Francesa. La “liberté, fraternité, egalité” no encajaba en todo aquello. Cuando los vio, José Ramón pensó que parecían dos esqueletos. No se imaginaba que uno de ellos llegaría luego a ministro. El otro no tuvo tanta suerte.

Los esqueletos se acercaron a uno de sus compañeros, Manuel Reverón, famosos por pasar seis meses del año trabajando y los otros seis bebiendo. Para eso vivía. Sus andanzas lo habían hecho entrar a ese patio unas cuantas veces, pero siempre salía. Tenía un carisma único. Poco después se vieron rodeados de más presos y algunos policías que venían a saludarlo como cuando se reencuentra a un viejo amigo.

La sorpresa no hacía olvidar el miedo de los acusados, que siguieron allí el resto del día, sin nada qué comer ni un sitio dónde dormir cuando llegó la noche.

Por la madrugada, los despertaron a patadas. “Pueden irse”, escucharon a una sombra que les hablaba en la oscuridad. Se levantaron lo más pronto que pudieron y salieron todos, derechitos a la calle. En la puerta, un guardia les explicó que se creía que el asesinato era un complot de la propia guardia de Gómez y que ante la duda, el propio Eustoquio ordenó que los despidieran a todos.

José Ramón, más aliviado, caminó hacia la casa donde vivía y trabajaba. Recogió lo poco que tenía y salió con una única preocupación: encontrar una locha para volver al pueblo. La ciudad era muy peligrosa.

jueves, julio 27, 2006

Aire

Intenta aguantar el mayor tiempo que puedas sin respirar. Al principio parece que si no te mueves mucho y te concentras, puedes aguantar un buen rato, pero en cuanto los segundos pasan, una sensación diferente llega: el ahogo. Llega el mareo, el color en el rostro, los ojos parecen querer salirse de sus órbitas, unos ojos que ven y no ven nada, que murieron en el mismo instante en que decidiste intentar aguantar el mayor tiempo posible sin lo que nos da vida.

miércoles, julio 26, 2006

Golpe de gracia

Has llegado sin que me diera cuenta. Entraste sigiloso. Y cerraste la puerta. Ni siquiera entonces escuché nada. Las aspas del ventilador seguían su ciclo sin detenerse por ti ni nadie. Por la ventana entraba una brisa fresca que mejoraba el ambiente de estos días infernales y entraba todo el polvo de esta ciudad que viene a dormir cada noche a mi cuarto.

Reaccioné ante al primer impacto. Fue un golpe preciso, frío. Abrí los ojos y te vi. Estabas allí de pie, mirándome y riendo mientras la sangre comenzaba a brotar. La imagen te parecía ideal pero aún quedaba más por hacer. Clavaste el cuchillo, dos, tres, cuatro veces más. Mi garganta parecía haber muerto en el proceso. No podía gritar, sólo mirarte y dejar caer lentas lágrimas sucias, como las de Neruda, que se secarían con el tiempo, al igual que la sangre después de tu partida para siempre.

miércoles, julio 12, 2006

Zidane, el inmaculado

A Miru y Fede, por la inspiración

No, no hay que darle tantas vueltas. Para empezar, el mundial ya terminó y definitivamente, la reacción de Zidane fue, si se quiere, correcta. De hecho, estoy segura de que todos nos hemos encontrado en una situación similar y hemos sido incapaces de decir una sola palabra. Nos hemos conformado con actuar, por nuestro bien y el de la humanidad.

Lo que le pasaba a Zidane cuando golpeó a Materazzi era, simplemente, que se estaba cagando. Tenía rato sudando frío (eso lo vimos todos) y corría sin parar para ver si así tranquilizaba sus intestinos, pero todo fue en vano.

Materazzi fue, de todos los presentes, y esto porque a él le habría pasado en circunstancias similares, el único que le dijo algo al respecto. Está claro, seguro que fue algo sobre estar cagado por jugar contra los italianos y eso ya fue mucho para el Zizou. El resto es parte de la historia de los mundiales.


Zizou caminó a las duchas como los grandes, inmaculado, sin nada que demostrara las ganas que tenía de salir corriendo, como los grandes, como sólo él podía hacerlo.

lunes, julio 03, 2006

Valencia, 13:03 h

A los inocentes de siempre, hoy 34, mañana quién sabe

Es casi la una de la tarde. Entre el calor y el agobio propios del verano, decido subir al metro. Al menos así llegaré más rápido a la casa. Entro a la estación y subo al vagón de puro milagro. Casi se me cierran las puertas en la cara, pero lo logré. Estoy dentro. Cinco paradas más y estaré frente a la tele, con un vaso de gazpacho en la mano y el ventilador a la potencia máxima.

Miro a mi alrededor. Hay mucha gente hoy. Tal vez sea por la jornada intensiva, o por las rebajas. Da igual, se ven tan acalorados como yo. Menos mal que el tren va rápido y con las ventanas abiertas. Así refresca algo.

El tren sigue su trayecto, cada vez a mayor velocidad. Sólo una parada. Ya llego, ya casi... Ya no. Ya nunca más.

jueves, junio 29, 2006

Match Point

Una pelota de tenis se estrella contra el filo de la red. La imagen se congela. ¿Dónde va a caer? ¿Hacia dónde debe ir? ¿A qué lado la empuja el viento, la velocidad de X y la fuerza de Y?

¿Y yo?

miércoles, junio 28, 2006

5 x 5

Del blog de mi amigo Fox, les paso la tarea que él me dejó a mí. Espero sus listas...

1- Las 5 canciones que, indistintamente, te ponen de buen humor y te producen una sonrisa.
- El soundtrack de Amélie (todo todito)
- Ojalá que llueva café en el campo (versión tacuba)
- Mariposa Technicolor de Fito
- Just my imagination de The Cranberries
- Mr. Jones de Counting Crows

2- Las 5 canciones que son como una maquina del tiempo, porque te hacen volver a vivir un pasaje de tu vida.
- El tamarindo (no sé quiénes cantan eso pero es un merengue muy salao)
- Los Gorilas, de Melody
- Azul (o "Sasul") de Cristian Castro
- Caraluna de Bacilos
- Una del primer disco de Stereolab que bautizamos como "chakirá" porque el Prendo no sabe francés...

3- Las 5 canciones que serian perfectas para la banda sonora de tu vida.
- Esa noche, de Café Tacuba
- Te vi, de Fito Páez
- El Canon de Pachebel
- Mi canción: "Los hombres son una basura"
- Quelqu'un m'a dit de Carla Bruni

4- Las 5 canciones que te duelen hasta los huesos.
- La obertura del Mesías de Haendel
- La muerte chiquita, de Café Tacuba
- Sodade, de Cesaria Evora
- Amor marginal
- Menos mal, de Andrea Echeverri

5- Las ultimas 5 canciones que has escuchado? Alguna de ellas aparece en las preguntas anteriores?
- Todas las de Mi vida con ellas I, de Fito
- Las de Un viaje, de Café Tacuba

martes, junio 27, 2006

El problema de no tener cuello

Hace unos días, Marta volvía caminando del trabajo. Iba distraída, pensando en sus cosas, en la cena que tenía que preparar, la ropa del día siguiente, la lista mental de la compra que haría algún día “cuando tuviera tiempo”. Sin embargo, algo la sacó de sus pensamientos de un solo golpe: esta imagen que me describió y que yo les re-describo a continuación:

A la altura del Centro Comercial Galaxia, Marta iba sorteando de la mejor manera las miles de obras que ahora impiden un caminar normal por la calle Isaac Peral. Entre esto y sus pensamientos, casi sin darse cuenta tropezó con un hombre sin cuello. “Sí, sin cuello”. Nada en absoluto. Daba la impresión de que llevara los hombros levantados, pero no, simplemente su cabeza se pegaba al torso así, sin transiciones.

Desde entonces Marta no puede sacar a ese hombre de su cabeza: ¿Cómo se pone una camisa? ¿Qué talla pide? ¿Cómo gesticula que algo no le importa? O ¿Cómo gira su cabeza? ¿Cómo traga? ¿Tendrá manzana de Adán? ¿Cómo es el que el cuello resulta de repente un bien de primera necesidad?

Ahora Marta camina a su casa alerta. Está a la espera de verlo de nuevo y esta vez no tropezar. Esta vez lo seguirá...

jueves, junio 22, 2006

Buenos días...

Despertador, sábanas que crujen. El cuerpo que se estira. La luz que comienza a entrar en los ojos, atrevida, sin pedir permiso. Las cosas empiezan a tomar forma. Hueles el café en la cocina. Un día más, un día menos.

Un paso y luego otro, inconsciente, automático. Todos van igual. Los ves pero no los miras. Son parte del paisaje diario. Sirenas, carros, cornetas, gritos.

Vuelta a lo mismo. Las paredes, la televisión, la comida, la cama, los ojos que se cierran.

Hasta mañana.

jueves, junio 15, 2006

Au reste de ma vie

Cerré los ojos de puro cansancio y los cubrí con mis manos. Podía escuchar el sonido de mi respiración. “Sí, definitivamente sigo vivo”, recuerdo que pensé. Sentí el olor de mis manos, aún con esa fragancia de día de trabajo, de miles de cosas que se tocan de manera inconsciente, pero que al final del día dejan una marca.

Me quedé así un rato. No me importaba la gente de la oficina que corría de un lado a otro, como si se les fuera la vida en ese nuevo inventario. Recuerdo que me decía que nunca sería como ellos, y sin embargo, aquí estoy, vestido con un traje gris de mi colección de trajes grises y una corbata azul de mi colección de corbatas azules. Pero hoy es el final.

Lo mejor de haber llegado a este punto es que lo he hecho sin que nadie lo sospeche. Ni siquiera hoy. Todos están tan absortos en su carrera por cuadrar números que no se han percatado de que ya no corro como ellos. Ni de que me he desanudado la corbata y desabotonado la camisa. Pero ahora que me levanto y comienzo a bajarme los pantalones, las vistas se levantan, los pies frenan, y los ceños se fruncen. No me importa. Me quito los zapatos, gastados de mis maratones personales contra el tiempo y así, con medias ejecutivas y como Dios me trajo el mundo, camino, alto y erguido por fin, al resto de mi vida.

miércoles, junio 14, 2006

S/T. Óleo sobre lienzo

Para ti, por el hombro y las letras

Nos conocimos en un museo. Era ordinario, lleno de cosas ordinarias e incluso más ordinarias. Pensé que era muy joven, demasiado tal vez, pero eso no impidió que me fijara en él y en esa fragilidad encantadora. Resultó ser escritor, igual que yo. El hecho de que nos hubiéramos encontrado allí no podía ser casual. Lo atribuí a las maquinaciones de mi amigo “El Okupa” quien se había perdido en algún momento con la excusa de buscar unos sándwiches de pavo que según él eran los mejores de la ciudad. Mi amigo tenía ese mote porque no tenía casa. Se contentaba con ir de museo en museo, admirando cuadros, durmiendo en los bancos frente a increíbles obras de arte. “Todo un lujo”, solía decir justo antes de comenzar a roncar frente a alguna obra de Goya o El Bosco.

Yo aprovechaba sus siestas para ver los museos con calma. Sabía que cuando terminara lo encontraría allí de nuevo, despierto pero a la vez en trance, admirando los personajes que lo vieron dormir profundamente. Pero esta vez no fue así. Debí haberlo sospechado.

“El Okupa” me invitó al museo pero no durmió esta vez. Empleó su tiempo en mirar de soslayo las ordinarieces que allí había. De pronto, anunció que tenía hambre, me dejó sola y fue entonces cuando ocurrió.

Él entró en silencio y se detuvo frente a un muestrario de grapas y clips de varios colores. Colocó su mano sobre el cristal y miró maravillado lo que allí había. Yo lo miraba a él. En algún momento, se dio cuenta de mi presencia. Caminó hacia mí, me dio la mano y se presentó: “Encantado. Ya lo sé, no es nuestro momento, pero sólo quería verte por primera vez”. Yo no pude decir nada. Sólo verlo salir por la puerta contraria mientras mi amigo llegaba con la bolsa de sándwiches, que por cierto, apenas probé.

martes, junio 13, 2006

Volver...

Carlos Gardel lo cantó de forma inmejorable, así que en esta ocasión, mis palabras sobran:

Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos van
marcando mi retorno
son las mismas que alumbraron
con sus pálidos reflejos
hondas horas de dolor
y aunque no quise el regreso
siempre se vuelve a su primer amor
la quieta calle, donde el eco dijo
tuya es mi vida, tuyo es mi querer
bajo el burlón, mirar de las estrellas
que con indiferencia, hoy me ven volver...

Volver con la frente marchita
las nieves del tiempo, platearon mi sien
sentir que es un soplo la vida,
que 20 años no es nada
que febril la mirada
errante en la sombras te busca y te nombra
Vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo
que no ha de volver.

Tengo miedo el encuentro con el pasado
que vuelve a enfrentarse con mi vida
tengo miedo de las noches que pobladas
de recuerdos encadenan mi sufrir
pero el viajero que huye,
tarde o temprano detiene su andar
mas el olvido que todo destruye
haya matado mi vieja ilusión
Cual escondida la esperanza humilde
es toda la fortuna de mi corazón.

Volver con la frente marchita...

jueves, mayo 18, 2006

El espejo y el cartero

Marisa no se considera especialmente atractiva. “Considerablemente mejorable, pero tampoco horrorosa”, suele decirse cuando se mira al espejo de cuerpo entero que colocó hace unos años en su amplia sala de baño durante su época loca de hacer el amor mirando el trasero del amante de turno, y que luego le he servido de crítico anatómico.

En los últimos meses, ha estado sola “por decisión y escasez”, pero hoy se levantó con ganas de enamorarse. Así se lo dijo al espejo, ese eterno confesor que tiene su misma cara y que le sonrió ante este acto de sinceridad al que no estaba acostumbrado después de tantos orgasmos fingidos.

Marisa buscó en el trabajo, en la calle y en al autobús. Cambió su rutina de vuelta a casa para “sin buscarlo”, toparse con su próximo amor, ése que le prepararía cada día el desayuno, la acompañaría de compras y la convertiría en la envidia de las mujeres que los vieran juntos. El problema es que nunca lo encontró.

Exactamente un mes después, se confesaba de nuevo. Esta vez con lágrimas de soledad que fueron interrumpidas por el sonido del timbre. Secándose como pudo se fue sin despedirse del baño, se puso una camiseta larga y abrió la puerta. Era el nuevo cartero de su barrio. Se presentó, le entregó su correspondencia y no pudo evitar preguntarle qué le pasaba. Ella lo dejó entrar y la puerta se cerró por muchos días felices.

martes, mayo 16, 2006

Hay olores que matan…

En Madrid se adelantó el verano, o al menos eso dicen las noticias: las de la tele y las de la gente, las víctimas reales de las inclemencias del tiempo. Y es que no es el calor lo que hace los días malos, son los olores que vienen con él.

Personalmente, por suerte o no, nunca he vivido con nadie que sufra de virtuosismo paganiniano. Y tal vez por ese privilegio es que mi nariz no se acostumbra a esos golpes de olor tan intensos, avinagrados y encebollados que, solos o acompañados de aromas a humo, aceite, y perfumes endiabladamente dulces, hacen del metro, por ejemplo, un melting pot del que resulta difícil salir airoso, nunca mejor dicho.

Hoy la víctima fue Yolanda. Yolanda es española, atributo que para muchos “generalizadores” implicaría o bien oler como antes hemos descrito o estar acostumbrada a ello, pero no. Ni lo uno ni lo otro. Hoy la pobre Yolanda llegó al despacho con la cara descompuesta y la razón era uno de estos “impresentables que van por ahí oliendo de esa forma”. Ella logró sobrevivir colocándose su muñeca perfumada en la nariz a lo largo del recorrido subterráneo, pero poco faltó para que no lo contara. No es la primera vez que le pasa. Otra vez, le pasó con una muchacha “joven, como tú y como yo”, cosa que para ella es peor. Yo ahí difiero, el mal olor es igual de malo en hombres y mujeres, pero la historia es suya y se la respeto.

¿Cuál es la razón de semejantes violines, se pregunta mucha gente? Yo lo atribuyo a varias causas. La obvia: la ausencia del desodorante en sus vidas y de la ducha diaria. Otras más avanzadas incluyen el uso per secula seculorum de la misma camisa, mal aireada y resudada y la desfachatez del levantamiento del brazo.

Mi recomendación para los próximos días y mi máxima durante el verano: NO AL METRO CUANDO HAY MÁS DE 25 GRADOS. Suerte a todos…

miércoles, mayo 03, 2006

Oficina para la causa de los Santos

Hace poco me cambié de casa. Como es lógico, hice cambiar la dirección de mi correspondencia pero, tal vez por falta de costumbre del cartero a mi nombre, algunas veces los coloca en el “limbo de los desconocidos”; esto es, en la parte de arriba de los buzones. Allí encuentras sobres para destinatarios que viven en otras calles, o de personas que posiblemente no residan allí.

Fue en uno de esos días cuando me topé con el sobre más curioso que he visto. No recuerdo el nombre del destinatario –era un hombre, eso sí- y venía de la Oficina para la Causa de Todos los Santos.

Recuerdo que el asunto me sorprendió. Inevitablemente pensé que vivía en el mismo lugar donde vivió el padre de “La Santa”, protagonista de un cuento del Gabo, a quien por fin (al mejor JOLIGUD style), le llegaba la bendita carta, aunque ya su destinatario hubiese muerto y La Santa siguiera en el estuche donde la transportó hasta el fin de sus días hasta que un nuevo inquilino la descubriera.

Pensé también que era posible que estuviera pisando los mismos viejos escalones de madera que un santo contemporáneo. Tal vez eso, resulta cuando menos curioso. Finalmente, dejé de pensar en el asunto.

Unos días después, me fijé por curiosidad para ver si seguía allí. En su lugar estaba un sobre de un banco y el resto de la pared. Me pregunto qué milagro se la habrá llevado.

jueves, abril 27, 2006

Un ejemplar de pura cepa



Como todos los exiliados (por obligación o decisión propia), la necesidad de lo propio siempre se pone de manifiesto. Yo intento calmar mi saudade maracucha con comida que traigo en cada uno de mis viajes, alguna que otra gaita, visionados de Joligud y, cómo no, el PANORAMA: ese “diario independiente” que para bien o para mal, es (para el pesar de muchos), un referente irrefutable.

Fue precisamente leyendo la edición digital del PANORAMA, en la sección de Gente que me topé con este hombre.

Pocas veces he visto tanto maracuchismo en un solo ser humano. Empecemos por el detalle de la gorra roja, seguramente de una marca de tienda o taller mecánico, siguiendo con los lente de sol en uno de los ojales de la chemise; la barriga, esa obra de arte que ha logrado el individuo en estudio gracias a una disciplina de años, de ritual gastronómico y etílico que le ha dado un resultado más que envidiable. Sigamos con las manos, en los bolsillos en el momento de la foto, pero que seguramente antes reposaba en el pliegue que se forma en su gran tripa monumental, a manera de una gran cafetera con asas.

Al igual que él ante el lente, yo sonreí ante su foto. Fue una sonrisa de admiración por tener el raro privilegio de sentir en la distancia, eso que llaman los gaiteros “sentir zuliano”. Quién se comiera unas arepitas de pernil….

martes, abril 25, 2006

Calaveras Mexicanas



Una de las tradiciones más significativas y cargadas de una estética única y colorida son los altares. Y en ellos, o con ellos, las famosas calaveras mexicanas, que más que un ícono representan parte de la tradición literaria del país.

Comenta el zamorano Eduardo del Río “Rius” que: “ las Calaveras están escritas en forma de verso dedicado a los amigos y a los otros, sólo en Día de Muertos. Una de sus características es que constituye una oportunidad para expresar lo que se piensa acerca del otro o de los otros, de espacios, funciones o cosas, de un régimen del pasado y del presente. No es fácil decir lo que uno piensa de los demás, por eso las calaveras constituyen una forma de literatura valiente”.

Esta costumbre se desarrolló desde el siglo XIX, pero pronto sufrieron el peso de la censura por los gobiernos de turno, que las consideraba peligrosas, pero eso no impidió que muchas personalidades lograran tener la suya:

A Diego Rivera
Este pintor eminente
cultivador del feísmo
se murió instantáneamente
cuando se pintó a sí mismo.

Curiosamente, hoy buscando más información sobre esta forma literaria, me encontré con una dedicada a Hugo Chávez:

Hugo Chávez investido
de poderes especiales
a los reinos infernales
fue hace poco requerido
por haber desconocido
a todo legislador,
magistrado o juzgador
que por él fuera mal visto,
hoy lo ha llamado Mefisto,
que lo quiere de asesor

Manuel Murguía

En fin, los invito a que escriban aquí su propia calavera. Al fin y al cabo de la muerte hay que reírse y con unas tequilitas, pues mucho mejor. ¡Órale güeyes, échenle nomás a ver si sacamos algo divertido de aquí!
Calavera de Henmy para Andrés
Calavera de Andrés para Henmy

lunes, abril 24, 2006

El sueño del escritor

El suelo helado entumeció mis pies sin pedir permiso. Miré a mi alrededor pero no veía las pantuflas mullidas y usadas por muchos inviernos como éste. Seguro ella las tenía puestas. Sin verla, la imaginé en la cocina preparando el desayuno mientras tarareaba alguna canción de esa loca islandesa que ella adoraba y yo temía por su cara, una cara de asesina, de ser capaz de matar a sus hijos y comérselos con su archiconocido vestido de ganso.

Finalmente, mi vejiga se impuso a la pereza y al suelo helado y bajé de la cama. Caminé directo al baño, no sin antes verla, tal como la había imaginado unos minutos antes.

Me deshice de mis líquidos y volví donde ella estaba. La abracé por detrás y la besé en el cuello. Ella respondió con su sonrisa de siempre, ésa de la que me enamoré hace más de 10 años después de alguna borrachera y muchas risas más embriagadoras. Pero hoy es un día especial.

Hoy es el día en el que me confesaré. Le diré toda la verdad. Y después, la mataré igual que hice con las otras y seguiré con mi vida. A fin de cuentas, he tenido muchos años y prácticas para cometer otro crimen perfecto. Sin armas. Sólo con palabras.

jueves, abril 20, 2006

Los muertos de la casa

El concepto de miedo es definido de la siguiente forma en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua (s/v): " (Del latín metus) Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario. Recelo o aprensión que uno tiene de que le suceda una cosa contraria a lo que desea. El grande o excesivo. Insuperable. El que, imponiéndose a la voluntad de uno, con amenaza de un mal igual o mayor, le impulsa a ejecutar un delito; es circunstancia eximente de responsabilidad criminal".

De todos estos conceptos, Eleuteria Domínguez se identificaba con el primero. De hecho, ésa era la razón por la que ya no iba al trabajo. Tenía miedo a esos niños de ojos hundidos y sin brillo que la rodeaban en el edificio del hospital donde trabajaba como enfermera. Le pedían cosas, lloraban, e incluso intentaban pegarle sin que ella pudiera hacer nada.
En la ciudad, la cosa no era muy diferente. A pesar de la costumbre, seguía sin poder diferenciar muy bien a los vivos de los muertos y eso le había ocasionado más de un problema. De su reputación de loca, ya ni se preocupaba por desmentirla. “La gente cree lo que quiere”, solía decir a su hija, única confidente de las visiones de Eleuteria.

Lo que no sabía Eleuteria es que Terita, su hija, había heredado la misma cualidad que ella, pero prefirió esconderla ante las consecuencias que había traído para su madre, desde el día en que los muertos de la casa le habían dado un mensaje para el alcalde y éste, asustado y fascinado, lo comentó en su programa televisivo dominical y quisieron nombrarla Ministra de Asuntos Esotéricos del Estado.

Eleuteria no quiso tal honor, pero la fama de sus visiones se corrió como pólvora y desde entonces, no la dejaban en paz. Ni a ella, ni a Terita, ni a Ignacio, su marido, que del susto se fue para no volver sin que ninguno de los fantasmas que la visitaban le pudieran decir algo de su paradero.

Al final, “baja permanente por estrés”, dictaminaron los especialistas y desde entonces, Eleuteria pasa sus días jugando ajedrez con esos viajeros silenciosos, que de vez en cuando le dan mensajes para el alcalde, que ya ella no le dice. Terita hace como que no los ve, ni escucha. Prefiere jugar al Solitario. A ella sí le dan miedo los muertos... y el alcalde.

miércoles, abril 19, 2006

Un día, dos coincidencias (y 2)

A María Eugenia y Jesús Ríos, por unirnos una vez más


A Caracas llegué estresada. El vuelo a Madrid salía a las 5:00 y yo a las 2:30 estaba apenas aterrizando. Me quedaba esperar la maleta y correr con ella al Terminal internacional. Como pude, llegué al sitio donde estaban los mostradores de Iberia para darme cuenta que tenía delante de mí un ideal dragón chino, sólo que sin lo vistoso de su cuerpo; más bien desnudo y heterogéneo. Y yo debía ponerme en la cola.

Como siempre, empleé mi tiempo en observar y escuchar a mis compañeros de comparsa. La mayoría estaba completamente rojo del sol tropical bajo el que decidieron abrasarse una semana entera. Otros, no tanto (yo entre ellos).

Seguía obedientemente la línea. El resto de la gente esperaba o caminaba. Entre ellos, un militar observaba con rostro sospechoso a todos los viajeros. Se acercó a la persona que estaba detrás de mí y con gesto reprobatorio, le pidió su pasaporte, le preguntó a dónde iba, en qué trabajaba y por qué había ido a Venezuela. El señor en cuestión respondió –con la cabeza baja- a todas sus preguntas, como cualquier extranjero que anhela partir sin más problemas que los habituales.

El señor interrogado era calvo y extremadamente delgado, de ojos grandes y saltones, con dientes desiguales, pero con una sonrisa amigable. Tras la escena del militar, lo miré con gesto solidario. Él sonrió y a partir de allí, comenzamos a hablar.

El señor es canario y según descubrimos mientras hablábamos, amante de Maracaibo, igual que yo. Me haló sobre lo bien que lo pasó, la calidez de la gente, toda el agua de coco que bebió y cómo sudaba cada vez que salía a entrenarse en el Paseo del Lago.

Allí lo comprendí todo. El círculo se cerró. De repente, su cara me resultó familiar. Y es que yo lo había visto entrenar el viernes a las 12 del mediodía. Yo estaba dando una vuelta por el Paseo del Lago con mi amiga María Eugenia. Conversábamos de la vida, los planes y la ciudad. Hacía mucho calor y por eso nos llamó la atención que alguien estuviera tan loco como para salir a trotar a esa hora. Llevaba una franelilla azul y letras amarillas que ponían algo de Tenerife y corría a mucha velocidad. Nos reímos y hasta pensamos en seguirlo, pero luego los vapores propios de la ciudad nos hicieron desistir.

Maravillada ante tal descubrimiento le pregunté: ¿usted no estaba el viernes trotando en el Paseo del Lago? Me dijo: “Sí, pero ¿cómo sabes?. Sólo atiné a sonreír y pensé que debía llamar a María Eugenia para decirle lo de siempre: “El mundo es una caraota y todos vivimos en el puntico blanco”

martes, abril 18, 2006

Un día, dos coincidencias (1)

Al amigo del señor Kuppa

Hace unos días recibí un correo de mi amigo Luis. Como siempre, me dejaba saber un poco de su vida y deseaba cosas buenas para la mía. Entre algunas de las cosas que me dijo estaba que buscara la Revista Veintiuno de le Fundación Bigott del mes de marzo. Imaginé que en esa petición estaba la posibilidad de leer por fin algunos de sus poemas, después de años de solicitar tal honor. Obedientemente, fui a buscar la revista pero el resultado fue un rotundo fracaso y la amarga sensación de no poder leer a Luis. No sabía que el destino me tenía preparadas varias sorpresas el día de mi partida.
El domingo pasado volví a Madrid. Salí de Maracaibo, con los pies pesados, sabiendo que debía respirar hondo y seguir, de avión en avión hasta llegar a mi casa (mi nueva casa, desde el mes de abril). Incluso en el aeropuerto, intenté conseguir el tan deseado ejemplar sin éxito. O al menos así fue hasta que subi al avión. "Asiento 5J", me indicó la aeromoza, por miedo a que no supiera leer y hasta allí me dirigí. Saqué un libro y comencé a leer mientras esperaba el despegue y el juguito con el que intentan alegrarte los 45 minutos hasta Caracas. Junto a mí se sentó una señora que apenas llegó, empezó a leer la revista que tenía frente a ella.
No había reparado mucho en el asunto, hasta que en algún momento, los astros se pusieron de acuerdo para que yo mirara y ella leyera una página titulada POEMAS que tenía en el extremo derecho el título del autor: Luis Moreno . Superé mi mutismo en las alturas y le pregunté si la revista era suya. Me dijo que no, que simplemente estaba allí. En cuanto terminó me la entregó y pude entregarme por fin al placer de poner los ojos y la cabeza en las palabras de mi amigo, el genio, el artista. Por supuesto que me traje la revista a Madrid.

martes, abril 04, 2006

El Ojo Silva

Hace unos días releí la primera historia de ese libro maravilloso de Roberto Bolaño, titulado “Putas Asesinas”. Es la historia de “El Ojo Silva”, un exiliado chileno en México, dedicado a la fotografía, que un buen día decidió irse de ese hogar forzado debido a sus inclinaciones sexuales.

Pensé en El Ojo Silva y lo que vivió (o mejor dicho, lo que contó), aquella noche fría en Berlín a su viejo amigo, a quien decidió mostrarse después de muchos años, como si nada, como un acto natural, para finalmente desahogarse.

El Ojo Silva vio el mundo, lo fotografió, lo vivió en diferentes latitudes y sin embargo, nada lo cambiaba. Sólo aquella experiencia en India, que desde entonces, lo hacía beber más. Y Berlín, seguro que eso también lo cambió. A mí me pasó lo último.

lunes, abril 03, 2006

Egoísmos oníricos

Gentes de colores, niños sin cara, cielos bermejos y paraguas que vuelan por los aires, descontrolados, furiosos, pero al mismo tiempo cansados de volar. Todo esto ocurría mientras dormía y luchaba por despertar. Finalmente lo logré. Y entonces quise cerrar los ojos de nuevo. El paisaje era el mismo. El tiempo había pasado, pero no en mi cabeza ni en la suya. Él seguía lleno de contradicciones, ambigüedades e incertidumbres y se metía en mis pensamientos, sin preguntar siquiera. Era como si todo le perteneciera, pero no era así. El tiempo seguía pasando y la puerta se cerró para siempre.

jueves, marzo 30, 2006

Pecados mortales (o Declaración de Guerra a los postres barrocos)

Hace un rato comí un sobao pasiego, esa obra de arte cántabra en forma de bizcochito rectangular que combina a la perfección, harina de trigo, azúcar, huevos, leche, mantequilla y la paciencia de manos expertas para terminar en un festín para los sentidos.

Estoy segura de que la sencillez es parte de su genialidad. Dulce en su justa medida, al igual que los bombones y el pastel de manzana con canela que tanto me gustan. Creo firmemente que lo barroco en los postres se paga caro (en calorías y casi siempre, en precios).

Me gustan los postres rasos, sin tanta parafernalia. Nada de merengues ni cremas pasteleras. Para mí no hacen sino esconder el verdadero sabor de un plato dulce. Los frutos secos, por el contrario, los considero complementos perfectos en prácticamente todos los casos. El Snickers es el ejemplo perfecto en este punto específico, al menos así lo han expresado mis papilas gustativas (les acabo de preguntar). Otra buena combinación son algunos bañados en una capa de chocolate (aquí ellas han recomendado la cheesecake de Jeffrey’s para los maracuchos y la tarta de queso con capa de chocolate de Trinidad del Jardín Secreto por decisión unánime para los españoles). En Caracas, sin lugar a dudas la brownie cheesecake de la Saint-Honoré y en Biarritz, mi voto va al gâteau basque.

He pensado hacer un postre con tulipanes… Se escuchan ideas (sencillas, por favor)

miércoles, marzo 29, 2006

La triste y maravillosa historia de Aitor, el boxeador

Aitor no quería ser boxeador. Cuando era un niño, soñaba con arreglar el mundo sembrando flores en todas partes. De más está decir que Aitor no era un chico muy popular. Había crecido bajo la influencia de una madre vegan-hippie de niveles peligrosos y la ausencia de su padre, que había salido volando el día que alcanzó el nirvana, o al menos eso fue lo que le dijeron.

Un día, Aitor estaba plantando unas semillas en un parque cercano a su casa, al tiempo que hacía su aclamada danza de la primavera. No sabía que ese día su vida llena de flores, se torcería en otra, llena de dientes, sangre, moretones y fracturas.

Tres niños, más o menos de su edad, miraban desde lejos la escena. Iker, el más alto de ellos, tenía la cara llena de pecas y no podía contener la risa de ver a ese niño haciendo “mariconadas”, porque así decía su papá: “los niños que bailan son maricones”. Ante semejante deshonra de la masculinidad, Iker tenía que hacer algo. Convenció a sus secuaces de dar una lección a Aitor, que en esos momentos aún no se percataba de que tenía compañía.

El trío se acercó sigilosamente por detrás y mientras Iker lo agarraba por detrás, los otros aprovecharon para encontrarse con su víctima frente a frente y darle algunos puñetazos hasta dejarlo exhausto.

Fue entonces cuando Iker lo soltó y lo dejó allí tirado en el suelo arenoso que al mezclarse con la sangre que salía de su boca, formaba una especie de mapa.

Desde entonces, Aitor soñó con ser boxeador. Hace dos días ganó su último combate antes de retirarse. El contrincante era “El torbellino”, pero sus amigos lo llamaban “Iker, el Pecas”. Murió en el ring.

martes, marzo 28, 2006

Rojo

Cuando me desperté esa mañana, todavía tenía el sabor de su sangre en la boca. No era desagradable, pero sí un poco raro, sobre todo porque nunca antes me había interesado ese líquido que recorre los cuerpos humanos hasta el último aliento.

En fin, no había mucho más qué pensar. Él me lo había pedido y yo obedecí como siempre, segura de que sería inolvidable, como él lo había dicho justo antes de pasar por su muñeca la hojilla asesina con una frialdad que nunca había visto.

Todo había comenzado una tarde, como pasamos muchas, cuando veíamos una película cualquiera de domingo, para excusar el hecho de abrazarnos y decirnos esas cosas que la gente dice en esos ratos. “Si de verdad me quisieras, tomarías mi sangre”, dijo. Recuerdo que me reí y él no dijo nada. Sólo me abrazó un poco más fuerte y me dijo que me quería.

Los días pasaron y yo incluso había llegado a olvidar aquella propuesta absurda. Sin duda, él no.

Así llegó la fatídica noche de nuestra despedida. Él me ofreció su sangre y yo la tomé como la gran prueba de nuestro amor.

Y sigo sintiendo en mi boca, cuando menos lo espero, ese sabor raro que es sólo suyo. Inolvidable, sí…

lunes, marzo 27, 2006

El músico

Jueves por la noche. El metro va como siempre. Gentes de todos los colores, sabores y olores nos juntamos en esa especie de baile obligatorio que supone la llegada a cada estación. Fue en una de ellas que conocí al Músico.

Yo había subido desde hace rato y me contentaba con mirar las manos de la gente a mi alrededor. Es una costumbre que tengo. Creo firmemente que las manos cuentan más historias que las palabras muchas veces. Te dan pistas.

En ésas estaba cuando al llegar a una parada, el Músico (a quien no había mirado todavía), comenzó su espectáculo. Comenzó por ceder su asiento a una anciana. Así disfrutaría más cómoda lo que seguiría. Y entonces se abrió el telón.

Todavía no sabría decir si lo que tocaba el Músico era un cello o un contrabajo. Sus dedos eran bastante gruesos, pero no lo sé. El Músico no tenía instrumentos, sólo una de las barras del metro de los que la gente suele agarrarse para no caer en el baile. Él aprovechó que nadie estaba cerca y comenzó una interpretación silente que para mí sonaba claramente a través de sus manos y de su atención a la ejecución.

En algún momento se dio cuenta de que lo miraba y sonreía sin dejar de tocar. Así estuvo hasta que llegué a mi destino. Lo miré mientras el metro salía de la estación. Él seguía tocando: rubio, con calva incipiente y unos ojos azules que te desarmaban hasta que desapareció en el largo dragón del País de Wu Ming.

viernes, marzo 24, 2006

HOMENAJE A LA VIEJA DE LOS MANGOS

De los Puertos de Altagracia
Una voz inconfundible
Resuena, y no es un tango
Es la vieja de los mangos
Que se oye hasta en Malasia
No puede con su arrechera
Con los putos mardecíos
Pues le tumbaron la cerca
Y no es que sea muy terca
Pero es que hay que entenderla,
Ella cree que esa casa lo que está es vuelta verga
Y ni el perro mardecío se acerca.

La vieja está muy arrecha,
Ya no sabe qué sentir,
Ni el veneno de una mapanare
Puede hacerla desistir
De insultar a esos marditos que se merecen morir.

Por: Lulú y Pilar

jueves, marzo 23, 2006

WALKING AROUND

WALKING AROUND
SUCEDE que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran lentas lágrimas sucias.

Pablo Neruda

miércoles, marzo 22, 2006

Las posibilidades del Vagón Orquesta

Mi amigo Pelayo es, aparte de un buen amigo, un excelente dibujante y guionista. Hace tiempo que no nos vemos, pero ayer lo recordé mucho por su tira cómica del Vagón Orquesta. En tres momentos, contaba que cada día, los músicos que van en el metro, de vagón en vagón ofreciendo su música a cambio de monedas, llegan al último vagón. Allí se reúnen todos en la noche para montar su propia orquesta y alegrar las penas propias con música de todos los sitios y de cualquier instrumento.

Recordé el Vagón Orquesta cuando volvía del trabajo. Entré, sin darme cuenta en el último vagón pero no estaba ningún músico. En su lugar, estaba un grupo de cuatro muchachas y tres muchachos que conversaban animadamente. Me fijé en ellos por dos cosas: Uno de los chicos tenía una cámara de video en la mano y otra de las chicas, una maleta de ésas plateadas como para guardar luces. No parecía que hicieran nada especial, hasta que sonó el acostumbrado pito que indica que el tren ya arranca.

En ese momento, dos chicas y tres chicos se colocaron uno al lado del otro, al mejor estilo de barrera de fútbol, para tapar lo que la chica de la maleta plateada hacía: desnudarse hasta quedar en ropa interior y ponerse otro atuendo encima mientras el chico de la cámara lo registraba todo. La suerte no la acompañó por completo. Todavía no había tenido tiempo de ponerse la camisa cuando apareció la siguiente estación y entraron nuevos pasajeros que apenas vieron un poco de piel desnuda en estas épocas del año, dejaron su libro y se dedicaron a observar entre las rendijas humanas.

Siguiente parada: Misión cumplida. La chica logró completar la metamorfosis y aparecer con una camisa blanca, falda corta negra, medias de red y tacones. Hizo como que recogía las cosas y las metía de nuevo en la maleta y finalmente, caminó hacia la cámara. Siguiente secuencia: la protagonista debía salir del vagón no sin antes seducir a una pareja. Se dirigía a ellos, acariciaba la barbilla de él pero finalmente besaba a ella. Practicaron una o dos veces antes de “hacer la buena”, que coincidió con la llegada del Metro a Sol (correspondencia con Línea 1 y 2), la más concurrida a cualquier hora. Los impacientes pasajeros que, como siempre, se peleaban por entrar, abrieron la puerta y quedaron bastante impresionados con la escena. Yo salí por otra puerta pero pude ver la secuencia completa. El sueño del 99% de los hombres. El hombre del libro estaba que ya no podía con el placer que le producía la escena.

Seguí mi camino a la casa y luego pensé que tal vez estos chicos pudieron haber esperado algunas horas. Seguro todo hubiera quedado mejor con un fondo musical…

martes, marzo 21, 2006

El difícil oficio de quejarse

Es un hecho. El deporte nacional de este país no es el fútbol. Sé que esto puede resultar decepcionante para los ciegos seguidores del Madrid, Barça o el Mallorca (al que yo apoyo porque allí juega Arango), pero es mejor que lo sepan ahora y se ahorren dinero en los souvenirs correspondientes. El deporte nacional de España no es otro que QUEJARSE.

El origen de esta tradición es para mí desconocido. Lo que sí está claro es que es lo suficientemente antiguo como para que esté presente en todas las generaciones independientemente de su color político o de piel, religión, equipo o cualquier otra clasificación que exista.

Eso sí, para quejarse “à l’espagnole”, hay que entrenarse. No todos estamos capacitados genéticamente como lo están ellos para ver en cualquier situación lo peor de ella y decirlo a viva voz. Es como dice Lourdes: “si les cae una montaña de euros encima, se quejarían porque pesa mucho”. Ella habla por la experiencia de sus muchos años de este lado del charco, pero ciertamente es algo que a la mayoría de los que vivimos aquí nos llama la atención desde el principio. Eso, y el “me da igual”, la frase que tanto desquició a mi amigo Carlitos, que no podía entender cómo a alguien todo le podía dar igual. “La vida no te puede dar igual”, decía con esa voz aportuguesada de sabio milenario que siempre lo ha caracterizado.

Ahora bien, yo me pregunto: el hecho de escribir estas líneas, ¿no es una queja en sí misma? Me quejo de que se quejen y por otro lado digo: “bueno, estoy en mi derecho, estamos en un país libre y me puedo quejar todo lo que quiera”. Y recuerdo aquella frase de “quejarse es una de las pocas cosas que todavía es gratis”. Y es verdad, así que no se quejen…

PD: Creo que parte de la natural tendencia maracucha de la hiperbolización, puede tener su origen aquí. Los invito a quejarse y a exagerar quejándose todo lo que quieran.

viernes, marzo 17, 2006

La resurrección de la carne

He vuelto. Más silenciosa que como me fui y sin saber por cuánto tiempo, pero he vuelto y es lo importante. Parece que finalmente el conocido proceso de cicatrización se ha instalado en las paredes de esta faringe que nunca había sufrido tanto como ahora. Incluso el oído, inocente de todo pecado fue víctima de todo este desmadre infeccioso que parece remitir poco a poco.
"Usted tiene una faringitis aguda", dijo el médico de guardia en el centro de salud de emergencia al que fui. Pero ni siquiera el diagnóstico me sorprendió tanto como el hecho de que este mismo centro, que se dedicaba a erradicar la adicción al tabaquismo durante el día, oliera tanto a tabaco. Un tabaco que acababa de apagar el hombre que me pidió los datos cuando entré el martes por la noche.
Ha sido, sin embargo, un experimento interesante. Encontrar nuevas formas de comunicación siempre resulta un reto. Ciertamente, la libreta facilita mucho las cosas, pero a veces la pereza las dificulta y te decantas por las manos, los gestos y descubres que es posible que sobrevaloremos la oralidad. Pero claro, esto lo dice alguien que se encuentra bajo el efecto de tantos antibióticos y analgésicos a quien de hacerle una prueba de dopaje, le prohibirían participar en cualquier disciplina deportiva por siempre jamás.
PD: Ya saben todos que los viernes no escribo pero en vista de mi ausencia de los últimos días, espero que esto pueda paliar un poco el silencio al que me veo obligada...

martes, marzo 14, 2006

Disculpas bloggeras

Hola a todos....

Después del revuelo de las porno historias de Henmy y Fabiola, que han subido la temperatura de este blog (ver el post de la de la muerte chiquita) , aprovecho para invitarlos a todos a que lean y se atrevan como ellas a contar lo que quieran y disculparme porque hoy no habrá post.
Estoy enferma y posiblemente me vaya en un rato a la casa, pero espero estar mejor mañana para seguir bloggeando....
Esto no quiere decir que puedan dejar de escribir, ahí les dejo lo de siempre, para que sigan opinando, ok?
Besos y aprovecho para dar las gracias a mis queridos lectores que son una belleza todos.
Pilar

lunes, marzo 13, 2006

Conciertos callejeros

Hay veces en las que la falta de tiempo, el apuro, el cansancio o simplemente el caos propio de las grandes ciudades, te impiden apreciar la belleza de ciertos lugares, la magia de un momento.

El viernes pasado supuso en ese sentido una revelación. Como era viernes, salí más temprano que el resto de los días y decidí adelantar unas compras en el centro. Bajé del autobús un poco antes de la Plaza de Callao. Mientras me acercaba al lugar, lo típico: gente saliendo de algún café o con bolsas de tiendas cercanas, algunas pidiendo dinero de mil y un maneras, turistas en pantalones cortos y sandalias a pesar de que aún hacía frío, hombres anuncio; en fin, nada fuera de lo normal, excepto por un detalle: la música.

La calle Preciados es un pasillo largo lleno de tiendas y hostales a cada lado. Es uno de los sitios más emblemáticos para turistas y nativos por una mezcla de tradición y ubicación estratégica. Conecta La Puerta de Sol con Gran Vía y fue en ese paseo donde, sin buscarlo, me encontré rodeada de música.

Venía de ambos lados de forma indiscriminada pero curiosamente armoniosa. Un acordeonista rumano por un lado, un chino con ese instrumento tan raro que es como un cello pero sin el cuerpo y que nunca he sabido cómo se llama. Más adelante, una anciana –pañuelo negro en la cabeza incluido- hacía girar la manivela de su organillo a cambio de una monedas y un hombre mayor dejaba salir esas notas tan melancólicas que hacen del jazz lo que es.

Estaba absolutamente maravillada: Miraba, sin embargo, a mi alrededor pero no noté a nadie que sintiera lo mismo que yo. Los pasos seguían siendo rápidos, los rostros fruncidos o distraídos, las voces intentaban aplacar las notas que salían de todas partes. Y yo estaba en el centro pero no pude decir ni una palabra. No se debe hablar en mitad de un concierto.

jueves, marzo 09, 2006

Exercices de Style

Hace unos días comencé a leer este libro de Ejercicios de Estilo de M. Queneau. Se basa "simplemente" en 99 formas de escribir la misma historia. Las posibilidades van desde su archiconocidas frases del estilo "Doukipidonktan" de la querida Zazie, a formas más complejas como decimonónicos y demás hierbas.

Propongo entonces desde esta pequeña ventana un ejercicio de estilo a lo Queneau. Yo escribo la primera historia y queda de parte de ustedes las posibles versiones. No tengan miedo que hay espacio para todos, ok?

Aquí voy:

El viernes pasado decidí pasar un fin de semana alejada del ruido propio de las ciudades, así que, maletita de rueditas en mano, fui a la estación de autobuses más cercana para comprar un billete ida y vuelta al destino que saliera primero de la terminal.

Mientras esperaba para subir al autobús, me di cuenta de que un hombre me miraba. No era muy joven o atractivo pero definitivamente resultaba interesante. Cuando por fin anunciaron por megafonía la salida de mi autobús, subí a mi asiento. Él ya estaba sentado, junto a la ventana, al lado del que sería mi asiento hacia una ciudad desconocida.

À vous mesdames et messieurs!!

Chico Migraña


Chico Migraña siempre está de mal humor,
Por mucho que lo desee, no se le quita el dolor.
Lo ha intentado todo, menos el amor
Porque cada vez que una chica le habla, entra en un grave sopor.

Chico Migraña es muy listo, pero aún no logra saber
Si como dice su madre, lo que él debe hacer,
Es encontrar una niña que lo haga enloquecer
y así borrar para siempre todo el dolor de su ser.


Inspirado en el libro “La melancólica muerte de Chico Ostra” de Tim Burton y el pasado glorioso de MTV (cuando era bueno)

miércoles, marzo 08, 2006

La belleza de lo imperfecto, lo impermanente y lo incompleto

He recordado un libro que lei hace años sobre Wabi-sabi, un concepto estético japonés donde la imperfección de los objetos y sus cambios naturales, son los que confieren belleza. Una hoja desde su nacimiento hasta su muerte es bella, puesto que la naturaleza obra en ella y la transforma constantemente.
Las mujeres somos naturaleza y somos seres cambiantes, en constante evolución y por lo tanto, bellas. Las arrugas nos embellecen, la celulitis, las uñas comidas, las horquetillas, las ojeras, los granos en los días de las primeras citas o de las fiestas que hemos esperado por meses, no hacen sino atribuirnos rasgos únicos, irrepetibles, contrarios a esa extraña manía de uniformidad que últimamente está tan de moda.
Ser diferente es ser bella, así que lo digo en este día porque así lo manda ese precepto universal de que el 8 de marzo es nuestro día, pero yo soy diferente y quiero que esto sea lo que celebremos los 364 de cada año. Yo lo único que celebro hoy, es el cumpleaños del Prendo.

martes, marzo 07, 2006

La petite mort o la hermosa agonía

Hace unos días me dijeron que el blog estaba bien, pero que le faltaba un poco de picante. Así que aquí les pongo esta obra maestra de mis tacvbos, ante todo con descuidada elegancia, sobre "el gran momento". A ver si es verdad lo que dicen...

Dame la Muerte Chiquita,
Dame la Muerte Pequeña,
y asi tal vez en tus brazos alcanzaré gracia eterna.

Su esencia de alta marea,
Sus besos de tamarindo,
Sus pestañas dos palmeras a cuyo vaivén me rindo.

Dicen que usted trae las sombras, y por dentro está toda herida.

Dame la Muerte Chiquita,
antes del último sueño,
Una cosa a Dios yo pido,
un segundo ser su dueño.

La venganza es cosa dulce,
y este machete que tengo
es por si alguien le hizo daño que yo por usted me muero.
Es por si alguien le hizo dañoque yo por usted...

Dicen que usted trae la sombras, y por dentro está toda herida.
Por una noche en su lecho, soy capaz de dar la vida.

Café Tacuba (Revés - Yo soy, 1999)

lunes, marzo 06, 2006

"El roncador y yo" o Crónica de un viaje al sur de España

Siempre es lo mismo. Por lo general, cuando viajo, lo hago en el autobús nocturno, así cuando llego a mi destino, tengo todo el día por delante. Eso, en el caso de que no me toque un roncador.

El último fue, con gran diferencia, el más grandioso de todos, no sólo por la intensidad de sus ronquidos sino por todo su desempeño durante el trayecto.

Subí al autobús a medianoche. Me gusta subir entre los primeros pasajeros para ver las caras de los que viajarán conmigo: señoras, comerciantes, familias, parejas y luego gente, que como yo, encuentra en su llegada la razón de ser de tanto trasnocho y paciencia.

Un chico joven, sin ningún rasgo excesivamente especial, que hablaba por su teléfono, pasó a mi lado mientras el desfile tenía lugar. Luego de unos segundos, vuelve. Comprueba que el billete coincide con el número del asiento que está a mi lado y se sienta, mientras sigue su conversación con quien creo yo, es uno de sus colegas”, porque hacen recuento de la noche anterior y de lo buena que estaba “la Mari”, entre las risas y palabrotas propias de la generación macarra que domina buena parte de España.

Cuelga el teléfono y comienza la ronda de mensajes (con el teclado a todo volumen, por supuesto). No me molesta mucho. El viaje no ha empezado y total, estará despidiéndose de sus amigos antes de que el conductor arranque y con él, la película de turno, que seguramente incluirá a Van Damme, ese tío que le debe parecer absolutamente “cojonudo”.

Hasta ese momento, todo va bien y de hecho, el autobús arranca, aunque la película aún no. Esto le viene de maravilla a mi compañero porque comienza a recibir la respuesta a sus mensajes: montones de llamadas anunciadas por John Williams (el tema, el de Darth Vader, en Star Wars). No sabría decir si esta música tenía un significado íntimo para nuestro amigo, pero lo cierto es que lo escuchaba hasta casi el final del tono antes de contestar.

Nosotros, sus compañeros, nos fuimos convirtiendo en sus amigos. Nos metió en situación, explicándonos –sin pedirlo- que sus amigos estaban de cena y que “tío, menuda putada que yo viaje hoy” porque luego harían botellón en la plaza (y por supuesto, estaría “la Mari”).

El viaje continúa. Yo, por mi parte, en mi rol de observadora y escucha de mi vecino, me había percatado de que padecía algún tipo de alergia respiratoria. Y sí, definitivamente, la tenía. Luego de la última llamada (la sexta o séptima, la verdad es que perdí la cuenta), se quedó dormido.

Es bastante raro que me duela la cabeza, pero mi amigo, el roncador, me provocó uno antológico. Como todos los roncadores, comenzó suavemente, como una respiración fuerte que poco a poco fue ganando fuerza hasta que consiguió que todos los que le rodeábamos tuviéramos los ojos abiertos como platos, mientras lo mirábamos con la envidia que se tiene a los soñadores.

En minutos que parecían horas, llegamos a la parada que marca la mitad del camino. Nuestro roncador, más lozano que cuando subió la primera vez, se levantó con la mayoría de los viajeros para comprar algo. Yo me quedé dentro para ver si ese rato de silencio me arrullaba hasta dormirme. Me dije que, como tengo el sueño profundo, si logro adelantármele, tal vez no oiga cuando se reinicie el concierto. Pero no, los conductores iban a llenar de nuevo los tanques y todos debíamos bajar. No había nada qué hacer. Bajé junto al resto de los viajeros, esperé los quince minutos prometidos y reanudamos el viaje.

Tuve suerte y no sé si era el cansancio, el dolor de cabeza o un milagro divino, pero pude dormir. Unas dos horas, prácticamente ininterrumpidas hasta que el impresionante talento del roncador reapareció para dar su do de pecho. Esta vez, sin embargo, quería dejar claro quién mandaba; y luego de unos 45 minutos de sus mejores arias, despertó… con hambre.

Sacó de un bolso la bolsa más grande de pipas que yo había visto en mi vida (semillas de girasol para mis compatriotas) y se dispuso, como en cualquier partido de fútbol que se precie, a morder, romper y tirar al suelo, una a una las semillas, mientras masticaba sin piedad alguna el pequeño fruto seco del interior. Todo esto, aderezado del agradable sonido de la bolsa cada vez que metía la mano para comer uno más.

Eran ya las seis de la mañana cuando finalmente dejó la bolsa. La paz no duraría mucho. La presencia de Darte Vader no se hizo esperar. Traía esta vez más noticias de “la Mari” y el “informe botellón” correspondiente que, por supuesto, resultaba graciosísimo para el roncador, que de nuevo nos daba los detalles de la noche.

Fue entonces cuando saqué mi libreta, encendí la luz y em dispuse a escribir esta historia. No pude terminarla. El roncador me pidió que apagara la luz porque estaba muy cansado y no podía dormir… XXX

jueves, marzo 02, 2006

Amor peliculero

Hoy la verdad no tenía idea sobre lo que podría escribir. Me prometí hacerlo cada día (menos los fines de semana) y hoy, apenas 3 días después de comenzar, iba a romper mi promesa. No contaba con que hoy me iba a encontrar pensando en las consecuencias del amor.

Comenzó cuando al hablar con algunas amigas, me contaron – por separado y sin vinculación alguna- cómo sufren por gente a la que aman y odian al mismo tiempo. Creo que estas dos palabras no son antónimas y se parecen en cómo nos afectan más de lo que a simple y contradictoria vista parecen.

“Quien bien te quiere te hará sufrir”, dice mi amigo Artu cada vez que le cuento algunos de mis dramones amorosos, como cierre a su sesión de consejos, pero ¿es que siempre tiene que doler? Dicen que las películas no muestran la realidad, sino una representación de ella. Es el aspecto platónico de la cinematografía y de nuestra vida. Lo que no es real siempre es mejor que lo que nos toca vivir cada pinche día.

Está claro que todos cometemos (y sobre todo en el aspecto sentimental) muchos, muchísimos errores, con y sin intención, pero a fin de cuentas, igual de dolorosos. A veces me pregunto cómo es posible que alguien se sienta infeliz junto a alguien que ama. Y de nuevo pienso que el odio está más cerca del amor que el cariño.

Con todo, no sé si será el “efecto amélie” en mi vida o qué, pero (y contra lo que piensa mi cabeza), creo que el amor indoloro existe, lo que pasa es que vive en las películas.

miércoles, marzo 01, 2006

Maracaibo en la mañana huele a pastelito

El título de la historia de hoy estaba en mi cabeza desde hace años. Llegó sin pedir permiso en los días de la universidad, donde ése era el único olor a kilómetros de distancia, sobre todo si tenías clases a primera hora.

Me dije en aquel momento que escribiría algo con ese título algún día, cuando la excusa fuera muy buena. Pero como todo, lo fui olvidando, hasta esta mañana cuando al caminar sentí el olor del que está fuera de su casa.

Mientras venía al trabajo, como todos los días, la puerta de un típico bar de Madrid se abrió para dejar salir a un grupo que acababa de salir del típico “cafelito” de media mañana. Con ellos salió el ya acostumbrado (para esta nariz mía) olor a tabaco y aceite que se respira en ellos como un rito obligatorio, como la marca inequívoca de pertenecer a esta ciudad, para darme una bofetada de ubicación. Fue en ese momento en el que el olor a pastelito apareció en mi cabeza, intenso y provocador, como en aquellos días en los que el sueño me impedía ponerme la franela como Dios manda y salía –etiqueta por delante- a mi clase de cada mañana.

Desde entonces, han pasado unos cuantos días, nombres, momentos, y miles de cosas de las que no lo recuerdo todo. Sin embargo, el olor a pastelito sigue aquí, conmigo y aparece en las mañanas invernales de esta ciudad. ¿Qué tendrá la papa con queso que hace nunca la olvidemos?

Sobre los blogs y sus longitudes...

Ayer hablaba con mi amiga Henmy sobre este blog. Me dijo que estaba muy contenta de que lo hubiera hecho público porque según ella, yo escribo bien (gracias Henmy, de nuevo). Sin embargo, me dijo algo: "lo único es que son muy cortos". Y bueno, a lo largo del día, pensé al respecto... ¿Cuánto debe medir un blog para que no aburra y al mismo tiempo sea, o al menos parezca, profundo?
Si nos atenemos a aquello de que el estilo debe adecuarse al medio donde se publica, muchos blogs tendrían sus días contados, porque según dicen los que saben, cuando se escribe algo que se publicará en internet, el lenguaje debe ser claro, sin profundizar demasiado; debe ceñirse a las generalidades porque para profundidades están los libros y los periódicos...

Está claro que esto no es un libro o un periódico, pero son mis líneas, ¿no? Así que, señores expertos del "estilo internético", no sé si después de esta declaración de principios les pareceré un fenómeno circense, pero en mi blog al menos, el tamaño no importa.

PD: Aprovecho para felicitar a los maravillosos escritores que han participado en el Exercice de Style. La verdad, he disfrutado leyéndolos a todos (bueno, en el del cuti casi se me desorbitan los ojos, pero fue una versión bastante peculiar). Recuerden que tenemos que llegar a 99 por lo menos y a los que les provoque repetir, por aquí los esperamos.